Soy de los que ahogan el mundo en una lágrima.

De los que sobrenadan un océano de melancolía.
Porque es fácil para el ojo ver la maldad perpetua,
y para el sentimiento anegarse
de luces estériles apagándose: imagen
e intuición del misterio
con el que tras una cortina de gasa
el universo sufre.

Vivo tranquilamente
en el miedo de mí mismo; en un acto pequeño y tímido
consumado con nobleza, pero a desgana.

Soy de los que se enternecen
al mirar una lápida. Y ése es mi orgullo.
Leal a las palabras y a los silencios
en que mis horas se desposan y desgranan en el vacío.

Soy de los que lloran porque la espina de su corazón está sola.