¿Y dónde estarás ahora, príncipe de un país de milagros,
donde las bicicletas cruzan los cielos
en busca de los cabellos que osan desprenderse de ti,
donde los árboles recitan poemas al mediodía
y la lluvia de pétalos cae siempre al revés?
¿Dónde tus ojos de claro tabaco,
temblorosos como ardillas?

Déjame acercarme,
tengo catarsis en las venas
y una espuma quiere subir hasta mi boca.
Estoy oliendo un ciprés;
y llevo aún en las manos
el recuerdo de aquellas sábanas incendiándose porque sí.

Igual que zarza divina se consume la oportunidad.
Quiero pararme frente a tu montaña enorme
y sentir el viento de tus palabras sacudiendo mi pelo.

Tus orillas se expanden mientras duermes.
El desenfreno no cabe ya en las sienes.

Y es tanto el poder del mundo
que el amor se extermina a sí mismo.

Doy fe.