En Casa de vísceras (Ediciones Zetina, 2024) Lu Schaffer recupera poemas de tempranísima juventud en la conciencia de que “los poemas adolescentes son los que mejor saben lanzar la pregunta correcta”, tal como nos dice en una “Nota de la autora”. Y es que en esta edad, según el psicólogo del desarrollo ruso Lev Vygotski (1896-1934), es muy natural que puedan surgir inquietudes artísticas en les chiques, en su necesidad de dar cauce a un torrente de nuevas sensaciones, emociones y hechos que les da el enfrentarse de manera fatalmente consciente por vez primera y de frente a los grandes problemas de la humanidad: la historia, el amor, la muerte, la sociedad. En tal sentido, lo más accesible entonces es que lo hagan por medio de la palabra y puedan escribir versos de verdad maravillosos o no, pero que debían ser porque sí. La autora platica que escribió estos poemas entre los quince y dieciocho años, muy influida u “obsesionada” como ella dice “con las lunas verdes de Lorca” y las rimas. Por ello, bastantes poemas del libro tienen una estructura de especie de canción libre, con rimas asonantes o consonantes, de largo aliento. Y, por cierto, el color verde (y no sólo ése) aparece de manera constante a lo largo del libro, lo mismo que el fuego y el agua, símbolos, en este caso, el primero de ellos de locura pasional y destrucción, y de pureza y claridad el segundo. Este libro fue editado por primera vez en 2016. Y, aunque la autora pensaba no reditarlo jamás, “porque dejó de gustarme su musicalidad”, “los buenos amigos y maestros me hicieron leerlo otra vez, con una mirada menos venenosa” (nos dice en la misma nota), y con ello eventualmente redescubriría sus valores. Otros temas importantes que la autora anuncia son los migrantes, las desaparecidas, el dolor producido por el amor, el desarraigo, los amigos suicidas y el humor cambiante. En el sentido del suicidio cobra relevancia que uno de los epígrafes sea de Anne Sexton. Junto a ella en la página de epígrafes figuran Miguel Hernández (cuya influencia se deja transparentar también en este libro en una especie de asociaciones libres) y Jael Uribe.

Esta casa lírica está estructurada en diferentes secciones al mismo modo de lo que sería una casa convencional. Éstas son: “Puertas”, “Ventanas”, “Escaleras”, “Balcones”, “Armarios”, “Horno”, “Sótano” y “Jardín”. Toca al lector encontrar/descifrar/intuir/interpretar qué de estas poéticas espaciales (a la manera exegética de Gaston Bachelard, autor del bellísimo libro La poética del espacio) se asocia a los poemas. Y ¿por qué hay un horno? (¿Una evocación de Sylvia Plath?). El recorrido podemos imaginarlo como entrando por una puerta principal que es un poema en prosa llamado “Para vivir necesito la muerte”, en el que ya se presenta este diálogo y a la vez antinomia tan tradicional, pero a la vez nunca posible de abandonar mientras exista vida y ésta sea finita, como por desgracia es también la poesía, acaso correlato de la vida y de la muerte y canto de sus uniones. Se husmea luego por los interiores deteniéndose en partes significativas (por la emoción que representan, por el imaginario predominante, por un lenguaje usado), metiendo la cabeza en el horno para ver si de causalidad no habíamos dejado la cabeza allí, bajar al sótano (imagen de lo inconsciente: y vaya que nuestro inconsciente se revela en nuestra poesía de manera en las que ni le propie autore llega a ver del todo), y se sale al aire después de paladear el ahogo, la incertidumbre, la nostalgia, la melancolía, lo terrible, lo ominoso, lo fantástico, por un “Jardín” ulterior, que es espacio de “Silencio” y “Sanación” (nombre de los dos poemas finales). En este sentido, cabría aludir a que nada hay más lleno de significado que el silencio en tanto es representación del vacío, de la Nada, de la muerte… aunque también de la sabiduría y la perfección absoulta (de nuevo los contrastes). Se alude también a la poesía como una especie de descenso al purgatorio, en el que le poete, luego de gritar sus dolores, exhibir sus heridas abiertas, rogar clemencia en la debilidad, mendigar lo que más le falte, azotarse a sí mismo con la conciencia, sale purificado, expiadas todas sus posibles culpas y faltas. Incluso la falta de Ser… que la poesía viene a llenar. Es pues, un libro de estancias, para detenerse de acuerdo al ritmo propio, para subrayar nuestras líneas favoritas, interiorizar los afectos y colmar nuestras vísceras de lectura.
La autora nació en Cuernavaca, Morelos, en 1996. Escribe además novela (La danza del caos), teatro (Dragones y Somebody to love) y cuentos para niños, baila, actúa e imparte talleres de creación literaria. Otro de sus poemarios lleva por título Palabras para mi útero. Es directora del blog literario La espada y la tinta. Figura en las antologías Faros de esperanza, El amor es como el mar, Desde el contorno, Aquí se las llevan y Poetas jóvenes de México. Pueden seguirla en las siguientes redes sociales:
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