Qué delicia dormir en tu pecho.
Qué callada sensación despertar en tus brazos,
rosado y tibio por la luz del alba…
Desearía pensar que, cuando estoy contigo,
nada me lastima. Pero pronto me conmuevo y lloro,
porque te amo hasta la tortura:
me extraes los dientes sin anestesia,
amputas mis gónadas con un abrecartas,
pones un bozal en mi hocico para que no pueda quejarme.
Saqueas mi cráneo
para que no deba dejarte…
Como bailarina coja de caja musical,
girando en una pequeña órbita oxidada:
así estoy siendo por ti...
Daños irreversibles me produces.
Mírame adherido a este hábitat disfuncional.
¿Acaso estamos así de separados?
Todo el amor que a ti disparo en defensa propia,
de tu pecho resbala,
indiferente a mi celo y mi capricho.
Orgulloso plancho tus camisas
humedecidas con mis lágrimas,
enjuago tus pies con mis lágrimas,
sacio todos tus impulsos naturales de hombre:
esos que te empujan a penetrar y desgarrar...
No te pido nada a cambio;
sólo mirarte mirarme de vez en cuando.
¿Cómo puedes después hacerme a un lado tan así,
como a cabello caído junto al desagüe?
Dime qué sentir.