¡Llega el otoño a bosque!

Como las esperanzas del hombre,
como la caspa inútil, caen ya de las altas florestas
las secas hojas, antes de aceite lustrosas.
Desnudándose al frescor de las tardes,
ofrecerán a nuestros niños ojos
todo el memorable encanto de aquello que en círculos perece,
para de nuevo en flor, aferrarse al mundo.

Vayamos al pardo campanario,
anunciemos a los grandes su llegada.

Los viejos caminos quedarán sepultados
de hojas amarillas tornándose cafés.
Crujirán por nuestro paso consternadas, desintegrándose.
Las tomaremos aún completas en nuestras manos
y cual simple basura las abandonaremos,
irremediablemente atrás.

¡Llega el otoño al bosque!

El panorama se mustia.
Preparados están el roble y el olmo,
la ardilla nerviosa amontona piñones,
la oruga se momifica en su hilo,
dos castores organizan sus últimas labores.

La gran cellisca de nieve caerá sobre ellos,
y habrá que emplear la pala y el rastrillo,
en este tuyo y mío vulnerable sueño de amor.