Tu cercanía es un barco
repleto de mercancías de contrabando y armas de fuego
en un puerto libre de infecciones venéreas.
Tu majestad es la de un portal recamado de arabescos
en cuyo umbral descansara un niño muerto.
Quiero mirar los días arder desde tu casa, refugiado,
y ver cómo a otros hacen daño,
saetas siempre dispuestas a regresar
a quien creyó haberlas disparado lejos.
Y, por las noches, encender juntos las lámparas y el vino,
atentos a la música de lechuzas y cigarras,
estrellas terrestres de los patios.
Hace mucha hambre afuera del hostal donde encuentro,
daño el agua que no bebo de tu boca.
No me dejes nunca volver a escribir
si no memorizo cada vello en tus piernas;
ni caer en la tentación
de huir para conocer el privilegio de entrañarte.
Tengo mucho miedo de morir afuera de tus brazos.