Eres tú.
Sin decir más. Tu lugar exacto en el planeta azul
–tu mano en mi hombro–, incandescente momento
del alcohol arrasando la noche;
bocanadas de humo junto al baile, la deshora
modulando el hechizo:
mi inquieta cabeza que busca su equilibrio
en los vellos de tu vientre.

Pero no es lo mejor. Lo mejor
es la manía siempre crédula
de ser niños de vuelta, enviándonos quásares,
convites a descifrar al aliado que llama
desde los laberintos en que deben perderse dos.
(El pecho es para nosotros un atrio en expansión
donde el afecto descubre
que le place tocarse
y en su ritmo encuentra su verdad.)

El mundo ya se ahogó;
no fueron buenos los hombres: no se amaron.
Mas sobre nosotros no caerán maldiciones si…

Mi prójimo cercano,
de pan y agua dulce
para bordear la única tierra habitable.

Vivamos en tu música.