He cortado mi cuerpo para no aburrir
mientras te esperaba seis siglos,
mientras comía seis manzanas rojas
con seis gusanos a los que perdoné la vida.

He imaginado tantas veces mi muerte en la espera
y se han escrito las más hermosas tragedias.
Yo seguí en el mismo cruce del ensueño,
pues sabía que vendrías en forma de lucero.

Y caíste, meteoro septentrional
que Dios fue incapaz de crear.
Caíste sin saber tu procedencia o destino,
tal como lo había leído en los registros.

Y no, cometa que cae y se levanta,
estrella de los arcanos que viene y va,
esta noche no marcharás.
No te irás con tu cabellera albina fugaz.

No esta noche, la última mía,
cuando para heridas ya no hay lugar.
Te haré el amor con las arterias;
te besaré estela, polvo y venas.

Te esperé con ambición insana
acumulando pasiones de centurias
para venerarte en devoción.
Y aunque escucho ya la guadaña arrastrar,
mi noche perfecta no cortará.
Será con el alba crecida, quizá.
No esta noche. Lucharé hasta el final.

Mi cuello será tuyo y no de ella,
preciada, única luminaria adorable.
Esta noche la guadaña no vendrá.
Y tú no te vas a marchar.

Morir en tu cercanía sería infame derroche.
No. No moriré esta noche.