¿Por qué si el mundo es ancho
nos pudre el mismo rincón?
El amigo no nos abraza. Nuestro Dios
no nos sostiene. 

La rueda de la fortuna nos ha dejado abajo.
Es un orden diminutivo
cegando simpatías:
un despiste perverso
de alimentar formas sin contenido
y castigar los respiros.

Falsedad abominable  
por la ignorancia de estrecharla
como a la mayor dádiva de la historia.

Calla, habla. Alude, desdeña.
Esto no es un poema.
Es un torpor de cristales de melancolía
sobre un blanco
que sigue esperando.