¿Que me amas más
que a nada?
¿Que el mundo es hosco y devorador
cuando no puedes licuarte en mis brazos?
¿Que la naturaleza no se equivoca
y por eso nos ha unido tan así,
en trance de tendones como alfileres?
¡Calla!
No hay necesidad de mentir
con el cascabel ilusorio de las palabras
que nunca expresarán la convulsión de los sentidos.
Tu cuerpo me dice todo,
con gran solvencia,
cuando sobre la cama
me tomas tuyo.

Acércate una vez más
y electriza mis células,
pendientes siempre de cada movimiento tuyo,
más allá de toda biología y metafísica.

No hay mensaje más sincero
que el que envía tu sudor
cayendo a mi pecho.

Ni sintaxis más diáfana
que tu semen escurriendo dentro,
muy dentro de mí.

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