Anida en recovecos y grietas del hogar mal cimentado por el desorden, poblando la tranquilidad de enloquecedores chillidos y deyecciones.

Insomne, su roer nervioso estropea nuestras provisiones. Deglute el desperdicio hasta que su gordura le hace torpe el andar: no más que una bola de grasa y pelos erizados de contaminación que deberá morir para la salud y el progreso.

Rabiosa, muerde al hombre poniéndole espumas infaustas en la boca, locura en el actuar, invalidando sus movimientos.

Fiera de casa, destructora de botines, su castigo protocolar es el linchamiento.