La música provee un infierno personal:
fuego derribando mezquinas fronteras.
El sueño de la sangre.

Una música bronca es el mundo.
Nunca algo ajeno.
Hasta el niño querría correr por ella
con la piel incendiada.
Indulto a la oquedad,
incluso un hielo conoce su afilada insidia:
mi para carecer;
si para llorar la condición;
sol para aterrorizar.

Mas si me llamas con el pensamiento,
voltearé. Pero ahora estoy distraído.
Nada podrá haber entonces:
sólo un paisaje embebido
sin dolor
ni belleza:
agua alejándose por la cañería. Y yo

que no había terminado de nacer para ti.