Una luz lechosa nos recorre de repente
en esta circunvalación de no eclipsados trayectos,
porque estamos tú y yo descubriéndonos
en todas nuestras humedades cósmicas.
Somos islas sin pecado ni gravedad
que saben ir siempre al trino de un sol púber,
a donde sea que haya un poco de polvo enamorado.
Nuestras cascadas se comunican su gozo.
Se extasía cada rincón salino en que nace un suspiro
y las aberraciones de la música del tiempo
explotan al chocar contra nosotros.
Así, como los cabellos de un niño albino que pidiera nacer,
así irradiamos un misterio que se refiere a la luz,
aunque seamos tan oscuros como la antimateria.