Una niña reposa sobre sus heces, 
dependiente de una jeringa.
Duerme casi todo el día.
Su casa es un basurero
en un callejón sin salida.

Lágrimas pestilentes 
brotan de su interior.
Tiene podrido el corazón.

Pero a pesar de todo 
no está tan perdida:
         aún le queda perder la vida.