La niebla confecciona máscaras para el silencio,
tempestades de ausencia sobre los días.
Y apenas te evoco y no eres
más que un puñado de lágrimas en las manos.

Morada, la tarde aún se dispersa
con la rigidez de un funeral.
El viento barre el tejado
donde no estarás para contemplar la vida que huye.
(¿Eres tú o el ratón ha vuelto a la alacena?)

Eres algo sutil, y denso,
como la nostalgia de lo nunca tenido,
las palabras de un sueño, ya olvidadas.
¿Acaso un cuerpo
más consistente que el polvo?

Es la noche. Las criaturas enloquecen.
Se mueven las cortinas: te siento escondido en ellas.
Eres tan verdadero como una necesidad,
como el suspiro extinto en el vacío.
Tiemblan las piernas. No sé asirte:
los bordes escapan, se difuminan las señas.
Se agota el humo, y ya estás más allá.
Todo queda en interrogación.

Pero, otra vez, en los torrentes del llanto
creo verte,
y quiero abrazarte,
para señalar a los otros tu realidad.