Yo, narciso de aguas estancadas,
estilista sin auxilio de objetos punzocortantes,
hablo otra vez desde mi oquedad fundamental
que necesito decir, por confirmar que existo:
oscilo entre la pretensión de un lenguaje maravilloso
y un impulso irresistible por exhibirme en contorsiones extrañas,
abierto de vientre y ofrecido.

Plasticidad de lo monstruoso,
mis pesadillas fueron planes
porque quise ser, ante todo, una grosería.

Mi mejor actuación fue ante un espejo
quebrado en mil pedazos.

Heme aquí de vuelta frente a ti: espora de pecado,
palabra y cuerpo para compartir
en la celebración y el escarnio.