Se ha señalado que, al no haber una tradición propiamente gótica en Hispanoamérica, el vampiro literario ha entrado aquí en un género muy próximo como es el fantástico; frecuentemente los relatos fantásticos con el tema del vampiro hacen uso de una escenografía, paisajes y ambientaciones que son muy propias de la estética gótica.[1] Y es que hay afinidades entre las definiciones de lo gótico y lo fantástico, según se percibe en las teorías a las que hemos acudido. Sin embargo, si bien hay claras correspondencias, no son en todo coincidentes. La coincidencia más notable es que tanto lo gótico como lo fantástico necesitan la irrupción de un elemento extraño a la cotidianidad que hace dudar acerca de la naturaleza de lo real. El gótico trae del mundo de la fantasía y de lo sobrenatural lo irracional para hacen tambalear el orden imperante, aun cuando al final de la narración el orden sea restablecido (es por ello que Todorov y Lovecraft, dos figuras muy importantes en la crítica de lo fantástico, han pensado en el gótico como la fase que da inicio al género fantástico propiamente dicho; y en Latinoamérica, las célebres notas célebres críticas de la Antología de la literatura fantástica de Jorge Luis Borges, Bioy Cázares y Silvina Ocampo se encuentra el mismo criterio). Se podría pensar que en español no se suele hablar de lo gótico tanto debido a un hecho meramente nominal, habiéndose optado por términos afines como “literatura fantástica” o “de terror” debido a que el ámbito cultural hispanoamericano hace parecer al término gótico muy extranjero y propio de otra historia del arte, y usarlo en nuestro contexto podrá dar pie a confusiones.[2] Sin embargo, lo cierto es que en la práctica sí se suele hablar de “elementos góticos” para criticar o describir una obra literaria concreta hispanoamericana. Si tuviéramos que definir qué es lo gótico en estas narraciones podríamos decir que

dentro de la trama, el lector precisa enfrentarse a fantasmas, demonios, vampiros o cualquier otra existencia más allá de la humana. Debería asimismo existir un romance, creencias religiosas y míticas y ciertos tabús. Y finalmente los acontecimientos de la historia deberían trasmitir al lector el deseo de explorar lo que pudiera existir más allá de nuestro mundo material.”[3]

Asimismo, lo gótico enfrenta al lector con pasiones turbias que deberían estar decorosamente alejadas de su mente, por ser éstas perniciosas para la sociedad.

La ficción gótica en general representa un tipo de texto subversivo; es un conglomerado del mal, al que al mismo tiempo tememos y deseamos. Es esta fusión de temor y deseo lo que lo convierte en interesante para los lectores. A diferencia de otros géneros donde el bien y el mal pueden ser tratados como dos verdades absolutas, lo gótico permite una fusión de las líneas que dividen el bien y el mal. No nos proporciona una aseveración clara, sino que, por el contrario, nos infunde un sentimiento de temor e inseguridad. Es un vehículo para experimentar temor, pero también un medio de comprenderlo.[4]

Se puede afirmar también que en términos generales tanto la imaginación, pero sobre todo la emoción, son aspectos determinantes de lo gótico en la literatura. Igualmente, lo gótico tiene interés más en trasgresión que en el orden, por lo que sus protagonistas se revelan contra las convenciones imperantes en la sociedad.[5] El lenguaje de lo gótico se dirige hacia el inconsciente de la gente y se caracteriza por su capacidad para captar la atención y concentración del lector para mostrarle los fantasmas de su deseo.

Las tensiones en las novelas góticas son claras reacciones a un orden impuesto, expresando sentimientos constreñidos y oprimidos por las leyes y las prácticas sociales, y abordando imperativos psicológicos y emocionales. La liberación de éstos dio lugar a una rica tradición de escritoras dentro del género gótico como Anne Radcliffe, Mary Shelley, las hermanas Brontë y Anne Rice, cuyas escrituras más que alentar la pasividad, la obediencia y la ignorancia femenina, justifican la actividad, la desobediencia y la persecución del conocimiento en sus personajes femeninos.[6] La mexicana Díaz Enciso se inscribiría dentro de esta tradición, en tanto el personaje principal femenino de su novela La sed reúne estas características.

Y aunque la crítica literaria en el pasado e incluso recientemente se ha mostrado reacia a aceptar lo gótico como un género en sí mismo, condenando en muchos casos obras de una gran profundidad, su prevalencia en la cultura popular está desde hace siglos asegurada y es allí donde su escritura ha prosperado y ejercido una influencia notable.[7] A pesar de todo, la marginación no ha dejado de afectar a estas obras, muy a pesar de sus méritos, siendo excluidas de la esfera de la literatura aceptable. A pesar de tener el mérito de ser una de las pocas narraciones de marinos de la literatura mexicana reciente y una de las novelas más extrañas publicadas en América Latina en su momento,[8] y no obstante haber ganado el Premio Internacional de Novela MECyF 1998 convocado por la editorial Vid, resulta muy difícil encontrar una edición de La ruta del hielo y la sal.[9] Otra de las mejores novelas mexicanas de vampiros, según Alberto Chimal,[10] La Sed, a pesar de recibir críticas favorables, no ha gozado de la mayor difusión ni ha trascendido el estrecho círculo de los lectores interesados en la literatura gótica contemporánea. Esto no ha impedido que lo gótico permanezca históricamente y brille aun actualmente con luz propia en nuestra literatura. Con una historia ya de varios cientos de años en Occidente, sigue siendo visible. Se trata de una estética que, aunque con sus naturales trasformaciones, acaso ha llegado para quedarse. No lo podemos saber.


[1] López González, E. (2005): Op. cit., p. 45

[2] Ibídem, p. 49

[3] Sánchez-Verdejo Pérez, Francisco Javier (2012): “Fundamentos teórico-formales del gótico literario” [en línea] en Polifonía Vol. 2. No. 1. Austin Peay State University: Austin, pp. 9 y 10. Disponible en: https://www.apsu.edu/sites/apsu.edu/files/polifonia/e1.pdf [consultado el 13 de junio de 2016]

[4] Ibídem, p. 13

[5] Ibídem, p. 15

[6] Solaz, L. (2003): Op. cit.

[7] Sánchez-Verdejo Pérez, F. J. (2012): Op. cit., p. 16 y 17

[8] Según una publicación de la Jornada Semanal, aparecida a principios de 1999, La ruta del hielo y la sal es uno de los mejores libros de narrativa mexicana de 1998. Cfr.: Chimal, Alberto (2002): “La ruta de Zárate” [en línea] Disponible en: http://vampiros.20m,com/ruta.html [consultado el 11 de enero de 2013] 

[9] Ibídem

[10] Chimal, Alberto: (2001): “Una crítica de vampiros” [en línea] Disponible en: http://www.lashistorias.com.mx/index.php/archivo/una-critica-de-vampiros [consultado el 11 de enero de 2013]