Como señala Fernando Tola de Habich, es posible que, antes de que lo hicieran los alemanes, algún narrador o poeta de la Europa azotada por la fiebre del vampirismo pudiera escribir algún cuento o poema sobre el tema; pero que sí en efecto sucedió así, su aporte no trascendió las meras fronteras de su idioma regional.[1] Trataremos en este apartado únicamente los textos literarios que lograron reconocimiento y que aportaron a la configuración de una literatura de tema vampírico.
Ricardo Ibarlucía y Valeria Castello-Joubert, quienes han hecho una antología crítica de la historia del vampiro en la tradición literaria, consignan a “El vampiro” (1748), poema del alemán Heinrich August Ossenfelder,[2] como el primer texto literario importante que usa a esta figura al poema.[3] Sin embargo, lo descartan de la tradición vampírica propiamente dicha, explicando que el poema no refiere al vampirismo como tal, pues trata en realidad de un amante pícaro que amenaza a su novia piadosa con convertirse en un vampiro, con el fin de visitarla en la alcoba por las noches y demostrarle que su amor era más fuerte que las enseñanzas cristianas en las que ella se había educado. En cambio, consideran al poema “Lenore” (1774), del alemán Gottfried August Bürger, como el primer tratamiento literario del vampiro en un sentido estricto, opinión de la que discrepa Fernando Tola de Habich, pues señala que, como también advierten los investigadores, tampoco existe un vampiro propiamente dicho (esto es, un no-muerto o cadáver resucitado) si no que más bien se trata del fantasma de un soldado muerto en la guerra que sale, de forma espiritual, de la tumba para ir a buscar a su novia para llevarla al cementerio donde se encuentra sepultado su esqueleto, con el fin de convertir la fosa en un lecho de bodas.[4]
En 1797 Goethe publica el poema “La novia de Corinto”, balada que además es el primer texto literario con un vampiro femenino, el cual es una rescritura del episodio de La vida de Apolonio de Tiana de Filostrato que narra el ya citado encuentro y boda del joven con la empusa. En él se lee: “El sepulcro ha librado a su presa y vengo a reclamar el bien que me fue arrebatado; vengo para amar aún al esposo perdido y sorber la sangre de su corazón. Tan pronto concluya con él, iré a otros, y la joven raza sucumbirá a mi furia”[5], pasaje que en opinión de Tola de Habich, introduce propiamente el carácter vampírico en el poema. Sin embargo, hace notar que el móvil de la muerta resucitada para beber la sangre del amado y después de la gente, no es la sed alimentaria ni la necesidad de supervivencia, sino una venganza con un gran contenido erótico.[6] A lo largo de varias estrofas el poema centra en el amor, en una creación grotesca que entreteje sentimientos de deseo, placer y dolor. Desde aquí el erotismo, que será un elemento de suma importancia en el vampiro literario romántico, está prefigurado. Más habría que esperar todavía para que aconteciera la entrada rotunda, triunfal y definitiva del vampiro en la literatura culta, misma que sucedería con la publicación de El vampiro (1819) de John William Polidori.
La curiosa historia de “El vampiro” es célebre porque nació la misma noche que Frankeinstein y fue originalmente atribuido a Lord Byron. Cuenta la famosa anécdota que, en una reunión celebrada en 1816 entre Lord Byron, Percy B. Shelley, Mary Shelley, Claire Clarimont y John William Polidori, Byron retó a los presentes a escribir una historia a cada cual más terrorífica. Byron esbozó “El infiel”, dado a conocer en 1813, un poema vampírico que dejó inconcluso. Las dos únicas obras notables producidas a partir este reto serían la genial novela Frankeinstein o El moderno Prometeo (1818) de Mary Shelley y El vampiro de Polidori, con el que, como ya se dijo, el vampiro entrará por la puerta grande a la literatura. La otra parte de la curiosa historia del cuento también ha sido muy contada. El texto fue enviado en 1819 a The new monthly magazine, pero, por un error del editor, se publicó con firma del ya popular Lord Byron. El éxito del cuento llegó de manera inmediata. Goethe dijo que se trataba de uno de los mejores textos de Byron, pero éste negó la autoría. Al año siguiente el cuento estaba ya traducido a las lenguas europeas más importantes, y con ello, la figura del vampiro empezó a adquirir celebridad y despertó la moda literaria que se avecinaría.[7] Si en la creencia popular el tema vampírico había sido mitigado, la literatura volvió a despertar el interés en él y a darle publicidad, resurgiéndolo para luego consolidarlo entre los escritores. Es en este siglo cuando, según Quirarte, “el vampiro adquiere su carta de naturalización literaria”.[8]
Si bien el vampiro protagonista del cuento de Polidori tiene, obviamente, su origen en el folclor, lo cierto es que el escritor enriquece el mito con aportes propios. El vampiro creado por Polidori, Lord Ruthwen, es físicamente atractivo, gusta a las mujeres, es amigo de criminales y rufianes, y odia a la gente virtuosa. Es perverso y donjuanesco, teniendo un gusto aparentemente insaciable por succionar sangre de mujeres, tópico que será aprovechado por escritores posteriores. El vampiro de Polidori es además un ser refinado que se inserta en los más altos y selectos círculos sociales que, por tener características de la personalidad de Byron, poseedor ya de una mitología personal asociada a lo perverso, la crítica dijo que había sido inspirado en el afamado poeta. El vampiro es, pues, en este cuento un “noble, bien vestido, agradable y seductor”, muy en contraste con el redivivo vergonzante y grotesco de la tradición popular.[9] [10]El atractivo de un personaje así le dio tanta popularidad a esta obra que en años posteriores pulularon adaptaciones para teatro en Francia, país donde fue a dado a conocer gracias a la traducción que hiciera el escritor de temas sobrenaturales Charles Nodier.[11]
Este escritor francés, Charles Nodier, contribuyó además al impulso de la naciente literatura vampírica con cuentos como “El vampiro Arnold Paul” (que no es sino la recreación literaria de una de las historias populares consignada por Calmet en su tratado), así como con otros que integrarían su colección Infernalia (1822), y con el melodrama teatral Lord Ruthwen o Los vampiros (1820) que publicara con el seudónimo de Cyprien Bérard, una secuela no autorizada del célebre cuento de Polidori, que gozó de gran popularidad y convirtió al vampiro de Polidori en personaje de comedias, ballets y óperas.[12]
También en 1820, James Robinson Plancheron publica La novia de las islas, una obra que es la supuesta novelización del melodrama de Nodier a la vez inspirado en el cuento de Polidori.
La siguiente narración importante que alude a la figura del vampiro es “Vampirismo”, de 1823, cuyo autor es una de las figuras más prominentes del romanticismo de terror en Alemania: E. T. A Hoffman. Las antologías más rigurosas de esta literatura, como Vampiros preparada por Jacobo Siruela[13], lo incluyen aunque, en realidad, en estricto sentido, no trata de un vampirismo propiamente dicho si no de canibalismo: la historia es acerca de un grupo de mujeres que salen todas las noches a alimentarse de un cadáver.
En 1823 se publica también “No despiertes a los muertos”, durante un tiempo atribuido a Johann Ludwig Tieck, pero que en realidad es de Ernest Salomo Rauppach, también alemán, narración que aportó a esta literatura el rasgo de que los vampiros no soportan la luz del sol: por ejemplo, el vampiro más célebre hasta el momento, el de Polidori, vive perfectamente tanto de día como de noche. Por otro lado, el vampirismo en esta narración sorbe el fluido vital de sus víctimas sin heridas ni dolor, lo que inauguraría en el tipo de “vampiro energético” de narrativas posteriores y hace uso de muchos elementos inéditos en torno al mito del vampiro que la tradición literaria no aceptaría ni desarrollaría;[14] elementos en los cuales no es necesario detenernos. Trata sobre hombre que, en su ignorancia e inconsciencia, regresa de la muerte a su fallecida esposa, lo que ocasiona la fatídica muerte de sus hijos por la vampira sedienta.[15]
Al año siguiente, en 1824,
Elizabeth Caroline Grey publicó “El esqueleto del conde o la amante vampiro”,
cuento que según el estudioso del tema Tola de Habich no aportó nada a la
naciente tradición literaria de vampiros, salvo haber continuado con el tema de
la vampira.[16]
[1] Tola de Habich, F. (2009): Op. cit.
[2] Ídem
[3] Según Francisco Javier Muñoz Aceves éste es primer texto que registra la palabra vampiro (“vampir”) en la literatura. Cfr: Muñoz Aceves, F. J. (2000): Op. cit., pp. 115-128
[4] Tola de Habich, F. (2009): Op. cit.
[5] Cfr.: VV. AA (2006): Crónicas de vampiros: El llamado de la sangre. Círculo latino: Barcelona. Una antología de poemas, crónicas y cuentos sobre vampiros.
[6] Tola de Habich, F. (2009): Op. cit.
[7] Tola de Habich, F. (2009): Op. cit.
[8] Quirarte, V. (2006): Op. cit., p. 140
[9] Ídem
[10] Este redivivo o reviniente es caracterizado generalmente como un granjero que, animado por el mal, abandona su tumba y camina a su pueblo, sangrando cabezas de ganado, para visitar a su familia a la que chupa la sangre, para volver a la tumba saciado de sangre, sólo para esperar en ella hasta que una turba enardecida lo liquide o queme. Cfr: Bevilacqua Mara (2009): Op. cit., p. 3 y 4
[11] Tola de Habich F. (2009): Op. cit.
[12] Ibídem
[13] VV. AA (2010) Vampiros (Siruela, Jacobo; comp.). Atalanta: Girona
[14] Tola de Habich, F. (2009): Op. cit.
[15] Eetessam Párraga, G. (2014): Op. cit., 88 y 89
[16] Ibídem