Como ya vimos, el primer texto en el que encontramos a un vampiro de rasgos aristócratas es El vampiro (1819) de Polidori. La crítica parece coincidir en que este vampiro de Polidori está inspirado en la figura real de Byron: se dice que la personalidad perversa de este poeta, que ejerció gran influencia sobre Polidori quien era su secretario personal, fue proyectada por el autor de la novela a su vampiro.[1] Esta conexión con Byron sería una de las causas de la popularidad del personaje,[2] el cual es encantador, seductor, de carácter aristocrático, con un narcisismo diabólico y un deseo de control. Éste correspondería a un prototipo que creó Byron con el aditamento de características de personalidad refinada a sus villanos inspirados en la imaginería gótica; prototipo que a la vez guarda correspondencia con el mito acerca de la persona de Bryron, mismo que por ello se ha llamado byroniano. El poema de Bryon “The Giaour” (1813) contiene ya muchos de los caracteres de este tipo de personaje en la figura de un vampiro descrito como apasionado, pesimista, autoexiliado, oscuro, guapo, melancólico y misterioso. Este personaje bryroniano borra las distinciones entre el héroe y el villano, creando a una especie de superhombre autotorturado como un nuevo héroe gótico, mismo que ya, en el temprano siglo XIX, tiene muchas de las cualidades del vampiro posterior.[3] Es muy decisiva la influencia de este modelo de vampiro de rasgos aristócratas en el desarrollo de la tradición literaria del vampiro, del mismo modo que el vampiro de Polidori, Lord Ruthven, sigue siendo el prototipo por excelencia del vampiro de este tipo. El hecho de asociar al vampiro con la aristocracia se explica o justifica en el hecho de que por los tiempos en que Polidori escribió su obra la mayor parte del público al que iba destinada ese tipo de literatura creía que la burguesía era corrupta.[4]
El vampiro de Polidori es un personaje aristócrata, sofisticado y libertino, muerto en Grecia, guapo (“su rostro era bello y regular, pese al tinte sepulcral que reinaba en sus facciones”[5]) refinado, de palabras hechizantes (las mujeres se le rinden), sagaz, ingenioso y dominante, inserto en la sociedad burguesa pero ajeno a ella, viviendo en un mundo propio e individualista, un espacio cerrado al resto del mundo. Extraño en esa sociedad, se revela ante ella, atacando los seres más inocentes y bellos, como a las jovencitas que no han sido presentadas en sociedad. El vampiro piensa en corromper del mismo modo que piensa que las ideas de la sociedad dominante están caducas y siente que no le satisfacen. El vampiro de Polidori, además de rebelde e idealista, es independiente, libre y autónomo, y en cierto sentido anárquico; no cree en los valores de la sociedad, sintiéndose acosado por ella, por lo que se autoexcluye. El vampiro así organiza su mundo desde su yoidad y su propia conciencia personal que le hacen batir contra la sociedad, desafiándola ferozmente, porque no le permite la libertad a la que él aspira[6]. Por oponerse a los valores de la sociedad que repudia, busca el vicio, la vileza, la infamia y la amoralidad, convirtiéndose en un depravado, haciendo que su carácter anormal se convierta en centro de todas las acciones:[7] su figura es así heroica y antiheroica a la vez. Y titánica. En todo ello existe un elemento decisivo en su personalidad que es clave para entender sus desenvolvimientos al margen de la sociedad, corrompiendo, consagrándose al mal mediante la humillación y la destrucción de sus víctimas: la proyección de su poder sobre quienes lo rodean. Éste tiene como instrumento la sensualidad con la cual muestra su fortaleza que usa como dispositivo de afianzamiento y modus operandi.[8]. En esta historia se vinculan, pues, fuertemente el poder con la maldad, la crueldad, la depravación y el erotismo. En el joven Aubrey, personaje decisivo de la novela, desde el principio se proyecta tal magnetismo y sensualidad del vampiro, lo que le hace seguir, en calidad de acompañante, al vampiro en sus aventuras, terminando por someterse a su voluntad sin poder defenderse. Todas estas trasgresiones del vampiro serían la razón de la profunda atracción que ejerce en los demás, al representar en el fondo la libertad más absoluta y sin inhibición;[9] trasgresiones que quedan impunes, pues el vampiro no es castigado, ni es eliminado en la historia.
La irrupción del vampiro en la ciudad en descrita en los siguientes términos, que nos dan una idea general del tratamiento que recibe su descripción en la novela:
En aquel tiempo apareció, en medio de las frivolidades invernales de Londres, en las numerosas reuniones a que la moda obliga en esta época, un lord más notable aún por su singularidad que por su alcurnia. Su mirada recorría la alegría general que bullía a su alrededor con la indiferencia de quien se sabe incapaz de compartirla. Parecía como si sólo la graciosa sonrisa de la belleza fuese capaz de atraer su atención, y aun así sólo para ser borrada de los labios encantadores por una mirada que helaba de pavor un corazón en el que hasta entonces sólo había reinado la idea del placer. Las mujeres que experimentaban esta penosa sensación de temor no podían darse cuenta exacta de dónde provenía. Algunas, sin embargo, la atribuían a sus ojos, de un gris opaco que, cuando se fijaban en los rasgos de una persona, parecían no penetrar hasta el último repliegue del corazón, sino, al contrario, abatirse sobre su mejilla como un rayo de plomo que gravitarse pesadamente sobre la piel sin poder atravesarla.[10]
Por otro lado, entre las capacidades paranormales del vampiro destaca su velocidad extraordinaria y una fuerza descomunal; además también es capaz de controlar el trueno, la tempestad y el rayo.[11]
Para Sánchez Verdejo-Pérez esta
obra se encargó de prefigurar “la esencia literaria del vampiro” cambiando la
apariencia fantasmal de la tradición oral y de los textos más tempranos por una
aristocrática.[12] Como
señalamos en la cronología de la literatura vampírica que hicimos en la primera
parte de esta tesis, este vampiro de Polidori determinó una línea estética que
fue retomada por escritores posteriores, para quienes el vampiro tendrá también
una extracción aristocrática o noble, línea que puede ser encontrada claramente
en Drácula de Bram Stoker, en el
donde el vampiro se vincula además a unas capacidades supernaturales
asombrosas.
[1] Morales Lomas, F. (2012): Op. cit., p. 10
[2] Ingunn, Annea Ragnarsdóttir (2011): “The vampires of Anne Rice. From Byron to Lestat” [en línea]. Reikiavik, p. 8. Disponible en: http://skemman.is/stream/get/1946/8354/22231/1/IngunnAnneaBA.pdf [Consultado el 8 de octubre de 2015]
[3] McGinley, Kathryn (1996): “Development of the Byronic vampire: Byron, Stoker, Rice” en The gothic world of Anne Rice. Bowling Green State University: Ohio, p. 73
[4] Ibídem, 74
[5] Bonachera García, Ana Isabel (2013): “La caracterización del personaje vampírico desde Bram Stoker hasta la actualidad”
[en línea]
en Philologica Urcitana No. 8. Almería, marzo, p. 30. Disponible en: http://www.ual.es/revistas/PhilUr/pdf/PhilUr08.1.BonacheraGarcia.pdf [Consultado el 6 de noviembre de 2015]
[6] McGinley, Kathryn (1996): Op. cit., p. 74
[7] Morales Lomas, F. (2013): Op. cit., p. 137
[8] Ibídem, p. 139
[9] López, Gálvez. E. (2005): Op. cit., p. 82
[10] Citado en: Bonachera García, A. I. (2013): Op. cit., p. 30
[11] Ibídem, p. 33
[12] Citado: en Morales Lomas, F. (2013): Op. cit., p. 138