Porque se me quiebra la estabilidad al oírme 
y escurro estas lágrimas ácidas
como signos de opulencia de otro reino;

porque me dan arcadas  si veo mi cara
en el espejo de los actos y, acosado,
sólo puedo empuñar mi cordón umbilical como un arma;

porque me odio con lujo de violencia

quisiera posponer la velocidad del dolor
para otro día.