Abres todas las puertas:
tu amor es la patria donde miramos el milagro al rostro;
nubes bordadas de oro, constelaciones extasiadas
nos saludan atestiguando que el amor
es siempre una lágrima. Fuego interior.
Pájaros de luz bajan y comen de nuestras manos.
Canto allí, en el refugio divino
donde reina la música silenciosa de la dicha completa,
cerrada como un anillo;
y ondea la sangre unida con el amanecer.
Ojos reverentes. Todo tiene consuelo, permanencia;
el apego rosáceo que atraviesa los corazones
y quema. Es la última frontera.
Nuestros pasos iluminan la mañana perenne.
Aquí vivimos. Aquí nos encontramos.
Porque la muerte es inagotable como el amor.
Dios es grande.