5. Quisiera existir diciendo sólo la palabra NO, su pequeña verdad absoluta. No me basta este grito que contuve en el fondo de mi desgracia y que necesito explotar y explotar y explotar. Porque yo creo en derramarnos de mucosidad, en el llanto silencioso del feto malogrado, en libros pornográficos saliendo de un agujero negro; en la mentira, la paranoia estelar, la sobredosis y la culpa que me hacen sentir mis mínimos progresos. ¡Ojala nunca hubiera nacido!
6. El revés de toda posibilidad es siempre mi silla eléctrica; y yo atesoro el afecto aplanado de mi esmegma, ahora como ayer. Codiciosas anfetaminas se vuelcan a practicar mi autopsia y yo les sonrío sobre la plancha fría. No volveré a claudicar bajo sus aceros oxidados. Es muy tarde… tarde otra vez. Aunque no te importe, seguirías lamiendo el retrete de la burguesía.
Hoy mi corazón, que no lamenta estar paralizado de impudor, será tu espectáculo barato, obsceno por inercia. Quiero exterminar algo en ti y ser alabado por ello; seguirme ahogando en mecánica disforia. Me duele el mundo, me dueles tú, nido de jeringas, ave crucificada en un adiós infinito.
7. Me castro entonces los labios porque no sé resistirme a la concupiscencia del Diablo. ¿Lo sabías? La vaginoplastia y la circuncisión practican el incesto. ¿No es bello como convulsionarse en un charco de pus? Los nacimientos son la mayor expresión del abandono. No sé si alguien ya lo había dicho antes, pero esto es más verdadero que la hidrocefalia y el cáncer.
8. Estas tijeras que cortaron frenéticamente mis vellos púbicos, rizados como los arreboles de la locura, degollarán un día cualquiera a mi niño interior. Para entonces, el esperma de la desolación habrá recorrido nuestros cuerpos desechables en tardes que en verdad serán claustros inhabitables. Animales sin futuro brillarán bajo un eclipse total mientras mi recto en rigor mortis nos mire desde su lejanía. Acerquemos nuestros ojos al filo del abismo. Todo muere, todo implota, todo cae en dolor. Todo permanece sin habla, mejor que en una pesadilla.