Se abre mi garganta como queriendo recibirte.
Y este pecho explota, ávido de repartirse
en fibras danzantes hacia lo tuyo,
pan que debe ser devorado al amanecer,
todo migajas de luz de para los pájaros de tus manos.
Siente el poder del mundo que giras,
reconócete en él. Esto es para ti:
mi susurro más caliente que cualquier hostal.
Una música seminal inunda los espacios,
más espesa que la noche, resbala,
gotea sobre nosotros. No queda sino obedecer
su magistral tersura, su vida abierta donde pulula el olor
a todos los hombres. Cerrar los ojos
y estar contigo adentro del verdadero secreto.

Desde la herramienta prensil de mis manos,
hasta el pez esquivo de tu verdadero centro,
todo fluye apaciblemente:
un pequeño lugar donde el agua corre,
donde el viento canta. Y nosotros somos mejores todavía.

Eres tan cercano que se me convulsiona el alma.
Allí donde vuelves a lamer con tu cuerpo el espejo,
hay una oportunidad para que nazca el niño,
para que no se detenga el verano.

¿Sientes el vuelo? ¿Me necesitas?