Fue tras la reja de herrería elaborada,
donde se recargaban obeliscos violeta,
alta como el muro de las prisiones.
Pasaba solo por la calle empedrada
el escritor fracasado,
aquella tarde.

Los ojos las vieron:
eran dos castas y frescas damiselas
con ropa de colegiala
que sobre la fuente de un convento
se besaban.

Senos pequeños como mandarinas,
manos que hacen música de órganos y flautas,
pies juguetones que en el coro
con otros se hermanan.
Piernas como la Diana.
¡Eran gemelas idénticas!

En sus cuellos pendía el rosario.
Divino cuadro. Bendita mi suerte.
¡Mis ojos a través de la reja las miraban!

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí