Salgo de mí, abandono la estatua de mi cuerpo;
y soy entonces, no humano: ente universal.
Huelo el sonido, su consistencia penetra mi visión,
su forma es mi placer, dentro de él hay almendras de oro.
Palpo el paisaje, me desbordo en estrellas de humo,
se me licuan los sentidos en dones amorosos
y regreso por la misma frontera transparente
para incorporarme al tiempo y ser su misma esencia.
No es peligroso el juego,
no hay limitaciones ni zonas prohibidas.
Saboreo el color, cada miligramo de piel, de nube.
Todo es luminoso: hasta la oscuridad brilla.
Hay fosforescencias, imágenes plateadas en cambio perpetuo,
hebras de luz diamantina, ilusiones del porvenir;
y hoy, mañana, ayer no tienen jamás sentido:
completa confusión de dimensiones, de prisas:
concierto indecible, caos en perfección,
mundo donde el reloj está loco,
nada es todo, menos es más
y la materia no ocupa ningún lugar en el espacio.
Puertas al más allá, ángeles de agua, bolas de sensualidad,
sombras chocarreras, viento líquido, ondas de carmín,
música lunar en estado de suspensión, tactos incendiarios,
coloides ingrávidos: todo es posible.
Presta atención:
encuentra el taller de la infancia,
el ansia de la adolescencia sexual, agujas con hilo,
papel incendiándose, gritos de un primer orgasmo,
caras, efigies, dedos, espumas, voces de fuego,
flores de polvo, icosaedros de llanto, murmullos de sal,
piedras de aroma, burbujas de carbón, climas de ternura,
mandalas cruzando en bandadas frente a tu tercer ojo
abierto ahora como la luz al final un túnel:
sueño que se crea a sí mismo,
pensamiento que se ve,
capricho que toma forma, temor oscuro
manifestado en forma de holograma,
abolición de las fronteras de la percepción;
puentes a la orilla del eco, glorias de arena fugaz,
resbaladillas de yeso impalpable, roces metálicos,
y más y sobre y hasta como en un cinescopio
que gira y gira, encendido por siempre.
Mundo donde las leyes son cosa de niños,
coordinadas absurdas de un mapa sin término.
Pero la magia implota absorbiendo el futuro
y debes regresar al menos, entre, ante,
desde, para, contra, luego, ahora
a tu lugar de tu origen, a tu cuerpo en viva descomposición
y seguir muriendo hasta tu vida después de la vida.
Hasta que tu memoria eterna, bebida en el líquido amniótico del cosmos,
se libere de su caja de hueso que la presiona
y la hace olvidar.
Y al fin no habrá ligaduras,
no más cordones de plata para flotar:
alcanzarás las esferas simplísimas del infinito,
la plenitud del todo absoluto.
Hablarás el idioma de Dios.