Rubenski Pereira es el nombre artístico de Rubén Campos Arias (México, D.F., 1977), licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México. Cuenta también con una maestría en Letras Modernas por la Universidad Iberoamericana. Ha publicado: La obscuridad es la reina (México, Letras Vivas, 2003), Coffee Shop Amsterdam (México, Letras Vivas, 2011), Perduración de la palabra: antología de jóvenes poetas (México, Unam, 2008), Corredores salvajes (España, Luhu Editorial, 2016), del cual aparecerá próximamente una reedición, Latido izquierdo (España, Chamán Ediciones, 2018). Su último libro es Cantos de Estambul (Editorial Fontamara, 2020), el cual se ha constituido en un éxito de librería y puede ser comprado en Gandhi, el FCE, El Péndulo y El Sótano, entre otras librerías. Ha participado en innumerables antologías con el Colectivo Entrópico y otras editoriales. Ha sido traducido al inglés y al bengalí. Poemas suyos se encuentran en Círculo de poesía, así como en otras revistas mexicanas, de Estados Unidos, Argentina e India.
Dejemos que sea él mismo quien nos acerque a su universo escritural, sus ideas estéticas, su pasado, su presente y demás temas de interés sobre su literatura y vida.
1.- ¿Cómo fue tu infancia?
Fueron días magníficos, pero también complicados porque fui un niño muy enfermizo. A los ocho sufría de asma alérgica; me internaban a cada rato en el hospital 20 de noviembre del ISSSTE. Era alérgico a los caballos, a las flores, a los gatos y al polvo. A los doce años tuve una erupción en toda mi piel. Era una dermatitis atópica que se intensificó por el uso indebido de corticoides. El médico que me atendió al comienzo de mi enfermedad obró de forma indebida: nunca tuvo que haber usado la cortisona. Lo que sucedió fue que en pocos días yo tenía la piel blanca, lisa y tersa y me creí curado. Pero quince días después, casi toda mi piel comenzó a irritarse y a darme comezón. En el baño del colegio me arranqué los cabellos de tanto rascarme, después no volví a la secundaria hasta el final del ciclo escolar. Era yo un monstruo haciendo las tareas de la escuela en mi cama. Seguía estudiando e imaginando, leía vorazmente y escribía mientras me rascaba intensamente con las uñas hasta hacer llorar la piel de mi cuello, de mis brazos y piernas. Los pellejos de la piel colgaban de las palmas de mis manos; mi piel estaba en erupción, siempre destruida. Mi padre me enseñó a manejar justo en esa época. «Para que te distraigas de toda esta enfermedad, vas a aprender a manejar un auto estándar con cuatro velocidades», me dijo mientras se ponía el cinturón de seguridad en el asiento del copiloto. Teníamos una Caribe blanca seminueva, una maravilla de automóvil, que hoy es un clásico. Recuerdo mis manos sobre el volante con los pellejos blancos colgando como largos hilos. No tenía oportunidad con ninguna chica; habitaba la monstruosidad; no tenía cabellos, mantenía mi cabeza rapada; mi cara de puberto vivía en una mueca con los ojos consternados. Sin embargo, al año siguiente cuando me recuperé, era un torbellino; tuve una novia en tercero de secundaria; me castigaban los profesores por alterar el orden, y además, me inscribía a todos los concursos de poesía y oratoria del Instituto. En la primaria, recuerdo que gané el primer lugar de un concurso literario por escribir un poema intitulado «A mi colegio». Así que después de la enfermedad, en el último año de la secundaria, escribí un ensayo con el cual gané un tercer lugar, el cual se titulaba «Acerca de la vejez».
2.- ¿Puedes contarnos acerca de tu precocidad literaria?
Comencé a escribir a los seis años; redactaba historias y poemas. Luego vino el primer lugar del concurso literario en la primaria María Alessandri que ahora se llama Centro Educativo SACBÉ. Me avoqué a leer a los clásicos de la biblioteca familiar. En la secundaria, después de mi enfermedad, me la pasaba debatiendo con mi amigo cubano Rafael sobre el comunismo, Cuba y la URRSS. Él idolatraba al Che Guevara, mas no a Castro. A mí no me gustaban esas ideas; me parecían irreales, pero las escuchaba. Leía como poseso cualquier libro que cayera en mis manos. Luego participé en todos los concursos literarios del Instituto Inglés Mexicano hasta obtener un tercer lugar, como ya había comentado antes. En mí habita desde niño un febril deseo por leer y escribir.
A los 16 años publiqué mis primeros poemas en la revista Espacios del Colegio Madrid. Un año después, a los diecisiete, escribí mi primer libro intitulado La obscuridad es la reina en una máquina de escribir Olivetti. Estuvo inédito varios años hasta que se publicó en la Editorial Letras Vivas, en su mítica colección “Los otros poetas de la banda eriza”, durante 2003. Lo presenté a los 26 años en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara (FIL). Además, me hicieron una entrevista para Radio IMER a las nueve de la mañana de un invierno secular. Era ya un escritor.
3.- ¿Qué te da la escritura que otras experiencias de la vida no te brindan?
Vaya, con la escritura recupero el dolor y el placer de los antiguos demonios, río a todas horas, me desgañito con el humo y el alcohol en el costado izquierdo.
La escritura es aquella desnudez donde el caos y el equilibrio se reflejan. El espíritu se desnuda con el lenguaje y se aferra a las torcidas teclas de la máquina de escribir. Se asombra el espectro en la escritura de visiones; se sufre y se goza para entrar en trance.
Por eso, cuando las posibilidades parecen extintas, aparece el arte, la obra maestra. Pero, cuidado, mucho cuidado: el arte siempre será peligroso. En la escritura podemos extraviar la cordura porque la alienación y la demencia siempre están al acecho de los artistas.
4.- ¿Cómo suele ser tu proceso creativo?
Siempre la constancia y la paciencia en cada proceso literario; una imaginería inaudita. Mi poética destroza los esquemas, va más allá de los límites, desea explotar frente a tus ojos. Mis textos son dinamita. Nuevos universos desbocándose en la novedad de las formas y contenidos: la obscura belleza. Todo está dicho, sin duda; la forma de decirlo, la llave.
5.- De entre tus libros publicados, ¿cuál es para ti el más entrañable y por qué?
Los seis libros que he publicado hasta el día de hoy son entrañables. Los seis son mis hijos de tinta y papel. Cada uno ha tenido sus instantes sublimes, por esa razón los he publicado.
Veamos, La obscuridad es la reina (Editorial Letras Vivas, 2003) es mi ópera prima; Coffee shop Amsterdam (Editorial Letras Vivas, 2011) es exponente de la nueva poética mexicana; Corredores salvajes (Luhu Editorial, 2016) es mi primer libro de cuentos publicado en Alcoy, España, donde también se incluye una novela breve intitulada Sol invernal. Publiqué el poemario Latido izquierdo (Chamán Ediciones, 2018) en Albacete, España. A mi parecer, este libro es la consolidación de mi poética a través de sus ciento diecisiete páginas. Después publiqué el ensayo Marco Antonio Campos: el cerdo iluminado (EAE, 2019), un largo estudio sobre la obra de uno de los poetas mexicanos más reconocidos. Finalmente, el año pasado publiqué Cantos de Estambul (Editorial Fontamara, 2020), libro exótico de un viajero incansable buscando siempre nuevas latitudes. Próximamente publicaré una novela de doscientas sesenta páginas intitulada Hoyos funky, escrita en 2013.
6.- ¿De dónde obtienes el material para tu literatura?
Vaya, eso es un secreto. No te creas (risas). El material llega solo: no lo busco. Son las musas, amigo mío: hay que estar atento a sus voces. También son importantes todas las lecturas que uno realiza porque, entre más leas, más capacitado estarás para escribir.
7.- ¿Cómo te describirías como poeta?
Soy un escritor (un poeta) con la idea del eterno reinventarse, hombre del viaje sin retorno; surgen las visiones y el lenguaje se expande en mi cabeza: el poeta, al ser destruido, renace y escribe. La vida crea y destruye a cada segundo: «La poesía es la destrucción del poeta».
8.- ¿Cuáles son los poetas que más te han marcado?
Los poetas o escritores que más me han marcado en mi infancia los encontré en el Jardín de las Letras (1944). Después de devorar ese libro en mis primeros años, continúe leyendo a Miguel Hernández, Machado, Manuel Acuña, todos los malditos del siglo XIX y XX, incluida la Generación Beat y a Bukowski. A la par he leído intenso a Balzac, Fadanelli, Marco Antonio Campos, Bolaño, Hesse, Faulkner, Cortázar, García Márquez, López Velarde, Quiroga, Stendhal, Onetti, Rulfo, Carlos Castaneda, Jacobo Grinberg, Borges, Bioy Casares, Guillermo Samperio, Orhan Pamuk, Silvia Plath, Dumas, Martínez de Toledo, José Agustín, Arcipreste de Hita, Emily Dickinson, Quevedo, Gustavo Sainz, Parménides García Saldaña, Rubén M. Campos, Unamuno, Vladimir Propp; Camus, Kafka, Sartre, Pound, Withman, Hemingway, Witold Gombrowicz, Leopoldo María Panero, Mann, Proust, Goethe, Cervantes, Freud, Nietzsche, Victor Hugo, L. F. Céline, Rilke y un largo número de lecturas que he abordado a lo largo de mi vida.
9.- ¿Qué estás leyendo en estos momentos?
Estoy leyendo La nada cotidiana de Zoé Valdés, una novela intensa sobre la terrible situación de Cuba. También estoy releyendo la trilogía de Onetti sobre la ciudad mítica de Santa María: La vida breve (1950), El astillero (1962) y Juntacadáveres (1964).
10.- ¿Qué satisfacciones te ha dado la literatura?
Ninguna satisfacción, amigo mío. Al contrario: es un camino espinoso, no recomendable.
11.- ¿Qué es lo más difícil de ser un escritor profesional?
Saber que hagas lo que hagas el camino no tiene retorno. No importan las condecoraciones o el prestigio. Es justo como dijo Bolaño:
«La literatura se parece mucho a la pelea de los samuráis, pero un samurái no pelea contra otro samurái: pelea contra un monstruo. Generalmente sabe, además, que va a ser derrotado. Tener el valor, sabiendo previamente que vas a ser derrotado, y salir a pelear: eso es la literatura».
12.- ¿Cuáles son las características con las que has investido a tu pseudónimo Rubenski Pereira? ¿Cómo es él a diferencia de Rubén Campos Arias?
Porque quien escribe la literatura, la ficción, es mi doble: es Rubenski, es Pereira. La responsabilidad del texto es de mi doppelgänger, no mía. Es Mr. Hyde. Entro en un trance y las palabras, de repente, aparecen en el cuaderno, escritas por mi mano izquierda. Yo sólo soy el canal de mi doble. Si alguien sabía de esto era Pessoa con sus cinco principales heterónimos. Los cuales son: Alberto Caeiro, Alexander Search, Álvaro de Campos, Bernardo Soares y Ricardo Reis. Cinco distintas cosmovisiones. Él era el ortónimo, Fernando Pessoa, así como yo, Rubén Campos, también lo soy. Pero en mi caso, Rubenski y Rubenski Pereira no son heterónimos, sino semiheterónimos. El doppelgänger es un semiheterónimo en mí. Otra forma de ver en la misma persona. Rubenski, así como Rubenski Pereira, son también mi álter ego. «El poeta es un fingidor. Finge tan completamente que hasta finge que es dolor, el dolor que en verdad siente», dice Bernardo Soares en Autopsicografía, publicado el 1 de abril de 1931.
13.- ¿Cuáles son los poetas vivos que admiras?
No admiro a ningún poeta o escritor: sólo ofrezco respeto. El día que me encuentro con uno, lo saludo normal; al final es como un amigo del barrio. «Somos arrieros y en el camino andamos». Así me ha pasado con la silenciosa Elsa Cross en Siddha Yoga; con el fiestero de Guillermo Fadanelli en las calles de la colonia Escandón; también con mi amigo Guillermo Samperio, a quien visitaba todas las semanas en su departamento de la calle Yacatas en la colonia Narvarte. Decía que en realidad yo era su hijo; nos entendíamos a la perfección; me decía: «campeón», «hijín», «Rubenski», «Ru»: era una amistad de letras y humo tórrido; cuando me encontré con el carismático músico Armando Manzanero, sentado en una banca del desaparecido Tower Records en Plaza Altavista; cuando choqué la palma de mi mano izquierda con Juan Manuel Serrat, después de burlar, por un momento, la seguridad del Auditorio Nacional y tenía yo quince años; cuando me encontré a Saúl Hernández acompañado por su hija pequeña adentro de una joyería en Cancún; cuando me encontré a Alex Lora con su distinguida madre en la fila para comprar refrescos, dulces y palomitas en un cine de San Ángel. Son mis hermanos, mis iguales. Son buenos recuerdos el haber estrechado sus manos.
14.- ¿Tienes hábitos, rituales, horas o espacios singulares al momento de escribir?
Para Rubenski escribir novela, cuento y poesía es, en el fondo, el hábito de encontrarse con sus ángeles demoníacos, el hábito de encontrarse con uno mismo. Es onírico, pagano; brujo y chamán de senderos lumínicos con sombras. En ocasiones hay tristeza, pero también gozo; en otras más, exaltación de libertad volcánica, trance, contumaz alarido de fuego.
15.- ¿Qué es para ti la magia? ¿Cómo has vivido en lo personal la magia de la palabra?
Mi gran pasión es la magia. Soy un brujo solitario ahora, pero antes, hace muchos años, tenía mi cofradía. Éramos varios brujos y brujas. Todos teníamos maestro y benefactor. Ahora nos hemos dispersado y cada uno ha ido por su ruta, perfeccionando el tonal y el nagual. Creo que todos nosotros, los de la cofradía, hemos visto lo innombrable.
La escritura, el uso de las palabras es la alquimia fundamental; es el sortilegio de las letras: de ahí provienen las construcciones de la literatura.
16.- ¿Cómo es tu vida cotidiana?
Leo mucho y escribo intensamente. Estoy escribiendo actualmente tres novelas —como verán no le hecho caso a Henry Miller—. También hago mucho ejercicio. Acoplé un gimnasio en casa con mancuernas, barras y una pera de boxeo. Soy actualmente un escritor-boxeador que bebe litros de cerveza. En el balcón tenemos un jardín mi esposa y yo. Nos encargamos todos los días de hacerlo florecer. Un belén rastrero de flores rojas, azaleas, un velo de novia con pequeñas flores blancas y hasta una palmera con luces. También un limonero y dos naranjos en flor de azahar. Varias hiedras y enredaderas Cissus. Tomates cherry amarillos. Una planta desértica que traje de la isla Holbox, así como una enredadera fosforescente que brilla por las noches. Innumerables tréboles e, incluso, flores de cempasúchil. Bebo un whisky o un vino tinto por las noches, mientras fumo y hojeo antiguos tratados de cosmogonías.
17.- ¿A qué más te dedicas además de escribir?
Me dedico a proveer y a cuidar a mi esposa e hijo. Sigo constante en hacer pesas todos los días, en beber alcohol y fumar.
18.- ¿Cómo son tus hábitos de lectura?
Mis hábitos de lectura son dos: leer diario un libro sobre un tema que me interese y hacer anotaciones mentales basándome en la observación de mi entorno. Esa es mi fórmula para generar nuevos lenguajes, un nuevo verbo.
19.- ¿Cuáles son tus obras literarias favoritas?
Tengo, ciertamente, libros de cabecera, pero no los develaré. El misterio que rodea a un escritor es muy importante. Tal vez por eso algunos amigos me dicen «el oculto».
20.- ¿Qué narradores de la historia admiras?
No admiro a ningún poeta o narrador como había comentado: son mis hermanos, mis iguales.