La mañana del lunes 19 de agosto se detuvo cerca del Panteón Municipal de Tabasco a Oscar Basurto López, joven de 24 años que desenterró los restos óseos del famoso “caníbal caribeño”.
Personas cercanas a Oscar Basurto lo han descrito como alguien retraído y antipático, pero con una clara fascinación por los crímenes y los asesinos, siendo los caníbales sus favoritos. Criado bajo el seno de una familia militar, la rígida disciplina y la falta de afecto formaban parte de él. Se ganaba la vida como mecánico dental, oficio que aprendió al negarse a seguir los pasos de su padre en la milicia. Pasaba el tiempo buscando el sentido de su existencia a través de los deleznables asesinos que veneraba como sus héroes, hasta que, según sus declaraciones, se fijó un firme propósito: construir una dentadura utilizando los dientes de un caníbal.
Durante los últimos años Oscar se había dedicado a recolectar toda clase de información relacionada con ese tipo de asesinos. En una pequeña libreta que ha servido como prueba en las investigaciones, la cual contenía una veintena de nombres de caníbales famosos provenientes de todas partes del mundo, sin embargo, un nombre destacaba de entre todos: el de Gumaro de Dios.

¿Quién era Gumaro de Dios?
Apodado el “caníbal caribeño”, en el año 2004 su rostro acaparó los titulares y noticieros nacionales e internacionales, culpable de asesinar y devorar la carne y los órganos del hombre que fuera su amante y asegurar en su declaración que la carne humana tenía un sabor semejante a la del “borrego”, y que, al comerlo los talentos de su víctima pasaban a él. Gumaro murió en un penal de Quintana Roo en el año 2010 a consecuencia de complicaciones derivadas del VIH que padecía, y fue sepultado en su natal Tabasco.
Las afirmaciones del “caníbal caribeño” eran palabras de alguien claramente maniático y perturbado, sin embargo, para Oscar Basurto contenían un gran significado. A consecuencia de una periodontitis temprana, Basurto perdió durante la pubertad varios de sus dientes, convirtiéndose en blanco de burlas por parte de sus compañeros y conocidos, por lo que otra de sus grandes obsesiones eran justamente las dentaduras perfectas, obsesión que día a día perfeccionaba en su trabajo y que le dieran reconocimiento entre sus clientes, hecho que ha llevado a pensar a los expertos en salud mental que revisan el caso que esto pudo ser el detonante que lo indujera a cometer dicho delito, ya que al momento de apresarlo y preguntarle por qué lo había hecho, mencionó con voz fría y segura:
“Quería comprobarlo por mí, si lo que decía Gumaro era cierto, mi padre sería el primero en ser devorado, y así me transmitiría ese don de no sentir el menor remordimiento por nada. Entonces sin sentir temor, ni tristeza, ni dolor, iría por todos los que alguna vez disfrutaron reírse de mí”.
Oscar Basurto
A Oscar Basurto se le decomisaron una pala, un pico y un fórceps dental, además del cráneo perteneciente a quien fuera el asesino caníbal, el cual presentaba una serie de profanaciones. Lo que más destacaba es que todos los dientes habían sido removidos del cráneo, ya que según Basurto esos dientes, “aunque descuidados y amarillos, seguían siendo duros como brocas”.
Basurto será trasladado al Centro Varonil de Rehabilitación Psicosocial, así lo han dictaminado los expertos que han evaluado su caso, al declarar que muestra una fuerte psicopatía que podría resultar peligrosa para la sociedad.
Hasta el momento ningún familiar de Oscar Basurto se ha presentado al Ministerio Público a rendir declaración o a brindarle alguna clase de apoyo, característica que comparte con Gumaro de Dios, con quien, por avatares de la vida se sintiera tan identificado.
Oscar Basurto leía cuantas veces le fuera posible ese recorte de periódico, sentado en una pequeña habitación sin ventanas, que apenas era alumbrada por la débil luz blanca del techo; miraba con orgullo la fotografía que acompañaba la nota, donde se apreciaba a él mismo sosteniendo un cráneo desdentado. En sus breves periodos de lucidez se acordaba del olor a tierra de panteón y la sensación de los huesos secos, ese momento era su clímax, antes de que el enfermero le inyectara la dosis diaria de aquel medicamento que volvía a dejarle la mente sin recuerdos.