He nacido para ser despojado
y crecer amorfo. ¿Te has dado cuenta?
La realidad taladra mis huesos tan frágiles.
Estoy solo. ¿No ves mis costillas rotas?
Tan lejos de la vida,
ha germinado una semilla maldita,
semilla infecta que nunca debió existir.
Cada una de las palabras de ustedes,
–aquellos que sí son y que sí tienen–
es una daga más, otra herida para no sanar.
Y sus escupitajos son torturante colmo.
Ojos que nunca han visto ni verán el color,
labios desérticos rogando por un mendrugo,
mis seis pies clavados al suelo.
No, ya no podré soportar otro tabique más al lomo.
Tan lejos de la vida te imploro: ¡mátame!