Porque el pensamiento incide en la materia,
así deseamos tanto no envejecer
que el cuerpo deja de madurar para la muerte.

No es el pan el alimento favorito del hombre:
es la juventud, su hermosura irrepetible.
Déjanos pues, mundo, morir jóvenes
o vivir para siempre volando sobre la fábula
en la que nosotros seamos la maravilla:
elasticidad de la esbeltez,
risa imberbe embriagada de sí misma,
manos amigables con el juego
y una vestimenta verde para conocer mejor la vida
que, como nosotros, produce lo que sueña.