No quiero crecer
si eso es dejar detrás el reguero de espuma
en que la vida dispersa el sentido. 
Si la niñez de nube, la rosa púber
o la oscuridad adolescente
no se sacrificarán ya a las divinidades
por el recuerdo de lo que, acaso,
aguardaba más allá.

Si el cuerpo no saldrá descubierto
a recibir los hurgamientos del día;
y el espanto cabrá entero
en el avaro cofre cerrado
de la mano.

Si maduramos tan sólo como el fruto perfecto
para la boca trituradora.

Nunca deberíamos crecer
como un remordimiento.

Si no levantaremos más los dedos a la luz
para colorearlos de sangre.