Dentro del corpus de la litera vampírica, la presencia de lo fantástico es determinante como continuadora de una tradición literaria en la que su irrupción es al mismo tiempo configuradora de un género como noción crítica heredada del romanticismo y explotada ampliamente durante el periodo gótico de la literatura. Las narraciones vampíricas son propiamente fantásticas por cuanto el elemento que les da cabal forma es un monstruo cuya realidad es puesta en entredicho no sólo por la misma literatura que lo representa (en algunos casos) sino por la historia misma de la humanidad. Si rescatamos la noción de que el vampiro ha sido una creencia real y efectiva de ciertas personas durante algunos periodos históricos, y aun en la actualidad, lo fantástico es el discurso que por excelencia permite la construcción literaria de la irrupción de su sobrenaturalidad en la realidad objetiva que conocemos, estableciendo un cisma que funda la crítica y el cuestionamiento de nuestra capacidad racional para interpretar y objetivar los fenómenos del mundo.
Para Tzvetan Todorov, autor de una obra fundamental para entender lo fantástico en la literatura, Introducción a la literatura fantástica (1970), lo fantástico no es propiamente un género, sino más bien un movimiento del espíritu en la lectura de un texto, un momento manifestado por la duda o incertidumbre acerca de la realidad o irrealidad de los hechos narrados[1]. Literariamente, es propiamente la vecindad entre dos géneros: si se elige creer en los hechos presentados se llega a lo extraño, si no se descarta su posibilidad se obtiene lo maravilloso.[2] De este modo lo fantástico viene dado por un fenómeno anormal que irrumpe en lo conocido ordinariamente, mismo que sugiere dos maneras de interpretación: las causas naturales y las sobrenaturales. La vacilación entre ambas produce el efecto fantástico.[3] La primera condición de esto es que el lector considere el mundo textual como un mundo real. La interpretación alegórica o poética están excluidas para se dé lo fantástico: el texto debe leerse literalmente.[4] Y lo fantástico se encuentra generalmente explícito en el texto: es el narrador o el personaje principal quienes sienten esta vacilación provocando que el lector tienda a identificarse con ellos y así sentir lo mismo ante lo que se presenta como sobrenatural,[5] lo que para nuestro teórico no es un juego psicológico, sino un mecanismo textual, una inscripción estructural.[6]
La sobrenaturalidad de lo fantástico en la literatura es permitida por el lenguaje, nace de él: el lenguaje permite concebir lo que está ausente. De acuerdo con esto, Torodov plantea que entidades como los vampiros o demonios están hechas de lenguaje,[7] y se propone al lector por medio de lo fantástico creer en ellos, sin creer verdaderamente.[8] Para esto, el narrador representado en el texto conviene al lenguaje de lo fantástico, pues facilita la identificación con el lector;[9] y lo fantástico sirve para crear en éste sensaciones como el horror o la curiosidad, pero también sirve para mantener la tensión y el suspenso durante la narración.[10] A pesar de lo dicho, Todorov piensa que la llamada literatura fantástica no se refiere a algo cualitativamente diferente de la literatura en general, pero lo hace con una intensidad particular que alcanza en ella un punto culminante,[11] cuyas condiciones son lo superlativo y el exceso.[12] A este respecto, el crítico recuerda a Poe cuando afirma que lo fantástico es una experiencia de los límites.[13]
En cuanto a la estructura de un relato, la cual supone un movimiento entre dos equilibrios semejantes, pero no idénticos, en donde tenemos siempre una situación estable que se quiebra para introducirse un desequilibrio que al final vuelve a restablecerse (aunque ese equilibro sea un nuevo equilibrio),[14] Todorov visualizó lo sobrenatural precisamente como ese desequilibrio, porque para él lo sobrenatural es el recurso más fácil y rápido para esa trasgresión, para esa modificación narrativa. Así “la función lo fantástico es infringir”.[15] Y esa infracción fantástica pone en tela de juicio la oposición irreductible entre lo real e irreal; y en la medida en que lo hace se convierte en la “quintaescencia” de la literatura.[16]
Antes de Todorov, otros autores habían formulado ya sus teorías de lo fantástico en la literatura. Penzoldt propuso una clasificación de lo fantástico De acuerdo con los temas y “motivos principales” encontrados en los textos: el fantasma, el aparecido, el vampiro, el hombre lobo, las brujas y la brujería, el ser invisible, etc.[17] Vax propuso una tipología parecida a la anterior en la que se incluía, además de al vampiro, los temas de las partes separadas del cuerpo humano, las perturbaciones de la personalidad, los juegos entre lo visible y lo invisible, los juegos del tiempo y el espacio, etc.[18] Callois presentó por su parte una lista más amplia de temas, incluyendo también al vampiro.[19] Todorov rechazó estas clasificaciones por violar el principio teórico de categorizar mediante abstracciones. Así, rechazó la idea de que el vampiro en la literatura fantástica tenga siempre un sentido único, inamovible e independiente del contexto en que aparece, riesgo al que en su opinión lleva una tipología como las anteriores basadas en imágenes literarias concretas.[20]
Un grupo de críticos hispanoamericanos, basándose en la teoría de Todorov, se ha dedicado a ajustarla.[21] Entre ellos señalaremos dos. Ana María Barrenecha presenta una propuesta más amplia de la literatura fantástica, considerando que la teoría de Todorov es demasiado restrictiva para la posibilidad de lo fantástico. Por tal razón, propone que la vacilación no sea llevada a cabo por el lector ante el texto, si no mas bien que esta problemática esté presente en el texto mismo, en forma explicita o implícita.[22] Por su parte, Flora Nutton Burlá suscribe la vacilación de Todorov como condición de lo fantástico y destaca que la literatura fantástica tiene un carácter lúdico, caracterizado por el pacto de lectura: la literatura fantástica es un juego en el que autor y escritor deben participar, uno estableciendo las reglas del relato y el otro aceptándolas, aunque esta aceptación no compromete de manera alguna sus creencias: el lector real es capaz de discernir entre la realidad real y la realidad de un texto; por lo tanto, el lector debe leer el texto fantástico con una actitud abierta para poder disfrutarlo, admitiéndolo tal como es en la ficción.[23]
[1] Todorov, Tzvetan: Introducción a la literatura fantástica (1980). Premia: México, p. 24
[2] Ibídem, p. 25
[3] Ibídem, p. 24
[4] Ibídem, p. 30
[5] Ibídem, p. 36
[6] Ibídem, p. 67
[7] Ibídem, p. 66
[8] Ibídem, p. 67
[9] Ibídem, p. 69
[10] Ibídem, p. 74
[11] Ídem
[12] Ibídem, p. 75
[13] Ídem
[14] Ibídem, p. 127
[15] Ibídem, p. 128
[16] Ibídem, p. 130
[17] Ibídem, 81
[18] Ídem
[19] Ídem
[20] Ídem
[21] Ya Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares habían firmado algunas anotaciones acerca del género en 1940, que sin embargo pecan de sumarias, escuetas y se quedan en el plano descriptivo. Los autores inician recordando que las ficciones fantásticas son anteriores a las letras mismas. Señalan que no hay leyes para el cuento fantástico, pues son hay un solo tipo, sino muchos, pero proponen algunos elementos generales observables, entre los que están la atmósfera y la sorpresa. Enumeran algunos temas fantásticos entre los que por supuesto están los que nos interesan a nosotros: el vampiro, las metamorfosis y la inmortalidad; aunque, según ellos, los cuentos de vampiros no han tenido una suerte feliz y los descartan de su antología, lo que nos habla del prejuicio que aún en la fecha suscitaba esta figura entre los letrados. Y proponen una clasificación de los cuentos fantásticos según su posible explicación. Todo lo cual lo hace sin teorizar, abundar ni ilustrar. Cfr.: Borges, Jorge Luis; Ocampo, Silvina y Casares, Adolfo Bioy: Antología de la literatura fantástica. Edhasa-Sudamérica: Barcelona, pp. 4-9
[22] Ajuria Ibarra, Enrique (2005): “Teoría de la literatura fantástica” en Fantasía y compromiso social en los relatos de Juan Rulfo y Julio Cortázar [tesis en línea]. Universidad de las Américas: Puebla, p. 20 Disponible en: http://catarina.udlap.mx/u_dl_a/tales/documentos/lli/ajuria_i_e/capitulo1.pdf [consultado el 2 de febrero de 2016].
[23] Ibídem, p. 24