Tenebrosa y marginal, habita en cementerios polvorientos, espesores de lo umbrío y en todo recinto donde la ruina establezca su imperio. Como una Penélope amarga y hostil, gasta sus días tejiendo red para el asesinato.
Viuda tramposa, en medio de sus hilos fatídicos –donde atrapa luciérnagas, coloridas mariposas, catarinas– devora a su consorte sin pizca de piedad: su juguete fatídico, su esclavo sexual.
Y su tamaño puede ser el de la mano de un hombre que asfixia la ternura del pájaro cantor.
No se responde la inquietud del curioso cómo un ser tan pequeño puede albergar tanto veneno.