Todos tenemos algo que defender:
una palabra absurda, una flor en las manos, un puñado de tierra;
algo que hacer para ocuparnos de la vida:
esperar, fingir que olvidamos, dormir a solas.
Cuando en la alta fiesta alguien llama nuestro nombre
no sabemos si queremos responder.
Cuánta atrocidad se yergue sobre nuestro destino.
Mañana es jamás.
Y aunque como niños cerremos los ojos al miedo, al peligro,
el enemigo continuará de pie en la habitación contigua.
Basta para contentarnos estar aquí,
pensar que no morimos.