Aquí dejar
las primeras canas.
En este orbe de sueño y reposo
como vino que se escancia en pocos labios.

Y amar la tranquila
soledad de la palabra.
Y ofrecer una línea sinuosa al muerto caro,
escrita al margen,
como al azar.

No podremos alcanzar a leernos
nunca en suficientes libros.
Pero entre estas lápidas
viviremos mejor acaso
como un insecto
que teje su capullo en la sombra
para volar hacia la luz
del significado.