Abre el libro de la mariposa emparedada
y señala mi nacimiento:
tus manos estrujando mi orfandad
son mi destrucción más hermosa.

Oh, bella de las muñecas que sufren,
de los jardines arrasados en lágrimas,
llévame a ese rincón de las pétreas miradas
donde mis anhelos ojivales
alcancen la gloria en su intento.

Nuestra fotografía en blanco y negro
aleteó en la cercana iglesia,
bajo la cruz, frente a la estatua del ángel.
La lluvia torrencial abría como flores
las lápidas del postrero solar.
¿Lo recuerdas tú también?

He desgranado un rosario por tu nombre,
mi hermosa distante, en su féretro de hielo.
He puesto en un cuenco mi amor,
he violentado con campanas el silencio,
he gritado hasta ensordecer el mundo,
he dibujado en los estrechos pasillos
de las catacumbas dos corazones.

¿Hacia dónde huir? ¿A dónde?