La raíz del lenguaje es un misterio,
por lo tanto, debe buscarse en el misterio…
Hugo Molina
7 es el nuevo libro de Hugo Molina, el cual supone un cierre de ciclo temporal luego de un descenso a los infiernos para erigirse en busca de la luz (recordemos que el siete es número que representa lo celeste). Si bien este proceso no se tematiza mucho en el poemario y sólo se alude a él metafóricamente en algunos momentos.
El libro está dividido en tres secciones para darle una suerte de unidad. El primero, “Piedras”, trata de obstáculos que el poeta ha debido enfrentar en su vida. Aquí el poeta se hace muchas interrogantes, que quizá no tengan respuesta, o no una respuesta concreta y unívoca y “A fin de cuentas no saber / es lo que aturde.”. Aquí, el poeta declara: “yo soy todos los poetas defectuosos en uno”, y se obstina en su sensación de caída, de detenimiento, de ser “hundimiento / relieve de la nada”. Pero, “la poesía siempre pide su hueso” y es necesario dar a esas sensaciones negativas las palabras justas y precisas. En un soneto, el poeta se confiesa “monarca de desdicha” y en, otro poema, atorado en un “bloqueo”, lo que no le impide ensayar distintas modalidades del verso libre, del corto al largo. Por otro lado, las señales no siempre ayudan:
las señales sólo sirven para perderme más,
no hallo ubicación
ni sabría qué hacer en caso de encontrarla.
Un fruto de su rama desprendido
antes de tiempo se tiende a pudrir,
así caigo yo en calidad de cadáver
chorreando todavía sangre
Asimismo, el poeta nos recuerda que, como lo atestigua con su sufrimiento, no toda piedra es bella, sino que muchas, como en estos casos, simbolizan lo antagónico, la intemperie, el odio, el hartazgo de lo que no conoce la vida, pues, como dijo Baltasar Gracián “Sólo vive el que sabe”. No: “Del /mundo no hay salida de emergencia”. Así, somos víctimas de Dios: “dios / abrió frente a mí múltiples caminos / que llevan a la misma trampa” y nos batimos en la miseria, “sin responder a nada”. Es el desahucio, que el poeta sabe que comparte con los demás seres. En esta parte, hay poco espacio para el amor: “en el menú de cada día hay poco amor / auténtico, lo demás es carne de fantasía / que se compra a un elevado precio”. No así, en la segunda parte del libro, la más luminosa.
A continuación, en la sección “Flores”, el poeta ofrenda cantos a mujeres amadas: “En tus ojos se comprende la inocencia toda / de forma natural”. Son pocos poemas relativamente, pero suponen un descanso temporal luego de la dureza de la primea sección. Estas flores recuerdan que, como lo dijo Rainer María Rilke, “Todo ángel es terrible”. Una de esas chicas es, por ejemplo, “Fiera que desata efusión en sus gemidos”. La belleza se mezcla con lo pavoroso recreando mitos como el de Medusa. Son mujeres atrayentes como el abismo, musas que de tan hermosas llegan a inspirar pavura: “Cautivado y capturado estoy entre sus piernas;”, “corto estoy de manos para corresponder”. Es tal su arrebato, que el poeta se quiebra de emoción.
Finalmente, en la sección “Ocaso” el poeta dialoga, acerca del tema de la muerte, con figuras tutelares de la poesía que ha gozado como lector: Alberto Pessoa, Octavio Paz, Xavier Villaurrutia, Jorge Luis Borges. Del primero toda una cita que le sirve de corolario a una reflexión filosófica en prosa; del segundo, el juego tipográfico de usar cursivas para dar cuenta de cambios en los registros de un solo poem; del tercero, el juego sonoro del lenguaje: “¡Quién si no oyó? ¿Quién sino yo?”; del tercero, la tendencia a la metafísica.
De nueva cuenta, viene la atracción de la muerte, el pesimismo lúcido: “¿de qué sirve la luz si no es capaz de pecar?”, cierta abulia… Pero acaso ahora con la plena conciencia de que éstas son parte ineludible de la vida. Sobre todo, de una vida que tiene a la poesía como imán y centro gravitacional. Tal es el caso de nuestro querido amigo Hugo Molina.