Mi compañera necesitaba espacio en casa para continuar con la escritura de su tesis, así es que decidí irme a leer algunos cuentos a la cocina.
Diez páginas después, me percaté de una cosa: no había visto a ningún mosquito rondando por ahí, de esos mosquitos que se aglomeran en los botes de basura orgánica o alrededor de la fruta; mosquitos que, por herencia de mi bisabuela materna, identifico con el nombre de “culeros”.
Sin dejar de estar sentado, estiré una pierna para alcanzar el bote de basura y darle un puntapié, esperando ver brotar de un golpe el vuelo de aquellos, y nada: ni un “culerillo” huyendo del estruendo guerrero causado por la punta de mi bota. Me asomé cauteloso a la boca sorprendida del bote de basura, y me encontré con una cama de café molido y húmedo, donde descansaban unas cuantas semillas de naranja. ¡Claro -pensé-, el café ahuyenta a los “culeros”! y tuve que irrumpir en el espacio de mi compañera, para contarle mi hazaña…
Navegando en Internet supe que mi gran descubrimiento no es ya una novedad para el mundo; incluso en varios sitios mencionan que el café molido ¡también ahuyenta zancudos y hormigas!
Bueno; pues quizá vaya siendo hora de olvidarse del café soluble y disfrutar el beneficio extra que nos da un delicioso café molido.
Autor: Víctor Lovera