El bosque guarda celosamente su corazón húmedo
donde sapos, moluscos y otras alimañas paren y cohabitan.
El bosque, allá enfrente, es esa tenebrosa extensión
donde las hechiceras identifican las hierbas. Allí también
tiene su lugar el foso hondo y pútrido que es sepulcro de los pobres.
¡Con qué miedo estoy entrando contigo en sus fangos tétricos y vivos!
Cosas maravillosas acontecen dentro de su cuerpo delimitado por las arañas:
el fuego se hace de la nada y reina La Natura en toda su tiniebla.
Incluso las fogatas allí dentro son tan frías como tu mirada.
También, se sabe, tiene allí su morada la lechuza sin sueño
que en su insomnio todo lo vigila: el negro y vaporoso cielo, los retorcidos
y secos árboles y los charcos profundos donde las osamentas se asoman.
Pero, cariño, negra dulzura, el miedo es ya en mí un estado permanente
y reside en mi cuerpo como una estaca en el pecho clavada. Pues,
perra hermosa, bruja de mis amoríos… ¡No hay más terrible miedo
que el que me produce la horrenda belleza de tu cara lavada!