Tu debilidad corre a mí y se aferra entre mis brazos.
Hemos planeado esto por meses y después de hoy
ya no seremos como dos maderos
a la deriva en un mar hostil y violento.
Lentamente el sueño se hace tangible,
se esboza la sonrisa –el acuerdo fue para bien–
y atraídos somos
por la luz que brilla para siempre.
Esperar no puedo a encontrarte allá,
saltar juntos sobre los campos limpios,
beber de las fuentes, sentirnos protegidos
y ser parte de todo.
No. No era nuestra culpa.
Nunca lo fue.