Tendremos un acercamiento.
La espuma raspa, se lleva las células muertas.
Dame la boca en la distancia y contempla:
apetece los helados de limón
y en su calidad de esponja la arena es todo el litoral
dosificándose en los meñiques.
Seria la muerte la vergüenza. Y el sol se devora y recicla
porque hay violencia y nadie sabe:
quizá el caníbal ya sorbió el encéfalo
y la boa tragó un enorme huevo sin romperlo.

Le gusta la sal cuando la escupe;
las mejillas son glándulas que atesoran secretos.
Una flatulencia bajo el agua hace burbujas.
No importa la compañía de la natilla escondida.
A veces se es como la suerte: deriva sin conciencia.
Y el acontecimiento del cuerpo es lo notorio.

Fue allí la imagen inaugural:
un macho y un efebo. Caspas cayeron a disolverse en el agua;
falos se castraron con los merengues y las salsas.
Las exhibiciones germinativas
rompieron la soledad de sus cuadros.
El hombre dado por la divinidad fue intimidatorio
como cometa de día. Flagelación en el convento de la intimidad.
Pero ya ríe; y masajea el pecho al perro
y el animal muestra sus pelusas ventrales.

Se acerca la verdad:
son los pelícanos eucarísticos;
la plata del pescado, camarones, mangos ofrecidos a las apetencias
–esos empalamientos.

Ya está cuajando; ya está fortificándose:
se le proporcionaron dádivas prostáticas
y un elixir transparente que salió del orificio uretral
fue probado ayer. Lo demás es sebo sin importancia.
Electricidad de baterías y música grabada
para holgar y recordar los azotes, las dispersiones:
la división entre fanerógamas y criptogramas.

Estamos listos para partir.
Deja la huella final de sus nalgas en la rivera mojada.
El bronceado probó que Dios quema
y la gracia es el músculo y la piel.