Los hombres son la especie animal predominante que usa signos. Si bien hay otros animales que utilizan códigos de signos, estos no alcanzan la complejidad y la elaboración de la escritura, el arte y el habla, por ejemplo. Signos y ciencia se encuentran conectados íntimamente en la vida humana.
El estudio de lo signos ha sido vigorosamente estudiado por gran cantidad de investigadores y desde diversas perspectivas en los últimos tiempos: entre ellos se encuentran lingüistas, lógicos, filósofos, psicólogos, biólogos, antropólogos, psicopatólogos y estetas. Sin embargo, aun no se cuenta con una estructura teórica global que abarque los resultados de las diferentes líneas de investigación en un todo organizado y coherente.
La semiótica es, además de una ciencia general de los signos, un instrumento auxiliar de otras, pudiendo servir para la metodología de otras ciencias como las sociales, las psicológicas, las humanísticas, las biológicas y las físicas. Es pertinente un proyecto de unificación de las ciencias, cada una con sus resultados expresados en signos, a cargo de la semiótica como ciencia general de los signos. Por ende, la ciencia de la ciencia o metaciencia ha de usar la semiótica general como órgano, pues nada puede estudiarse sin el empleo de signos que denoten los objetos de un campo de estudio particular con sus respectivos lenguajes.
El proyecto, si bien ambicioso pero viable, que propone Charles Morris de una sistematización de los sistemas de signos particulares de las diferentes ciencias, podría generar, con el curso de futuras investigaciones una metaciencia universal que economice esfuerzos y sea benéfica para la investigación y la enseñanza de la ciencia.
El proceso en el que algo funciona como signo puede denominarse semiosis. De acuerdo a una tradición que nos fue heredada de los griegos, este proceso incluye tres factores: lo que actúa como signo, aquello a que el signo se refiere y el efecto que produce en determinado intérprete: estos tres componentes pueden denominarse: el vehiculo sígnico, el designatum y el interpretante, respectivamente. Un cuarto elemento, a menudo apalabrado en los cursos escolares, podría ser el intérprete.
Debe quedar claro que estos cuatro elementos se implican mutuamente puesto que solo son formas de referirse a aspectos del proceso de semiosis como un todo. La semiótica se ocupa del estudio de estos elementos en la medida en que participan tal proceso. Un signo debe tener un designatum; y con obviedad no todo signo refiere en la práctica a un objeto existente, real. No puede haber designata sin semiosis, aunque puedan existir objetos sin semiosis. Cuando aquello aludido existe en realidad como algo referido objetualmente, hablamos de denotatum. Si bien todo signo tiene un designatum, no todo signo tiene un denotatum, el cual no es una cosa sino un tipo o conjunto de objetos.
En términos de los tres elementos de la relación tríadica de la semiosis pueden abstraerse, para convertirse en objeto de estudio, una serie de relaciones diádicas. Se puede estudiar la relación de los signos con los objetos que representan: esta relación es la dimensión semántica de la semiosis. El resultado de la relación de los signos con los intérpretes se llama pragmática. Finalmente, la relación de los signos entre sí, dado que no parece pertinente que exista un signo aislado, es el ámbito de estudio de la sintaxis de la semiosis. Y dado también que parece conveniente el uso de una terminología especial para designar estas relaciones, dentro de la sintaxis de semiosis usaremos el término verbal implica; para la semántica, denota y designa; y para la pragmática, expresa. En cualquier caso algunas de estas dimensiones pueden difuminarse real o prácticamente. Con todo, si quieren evitarse confusiones, es necesario abstraer estos varios niveles del proceso, cuando se trata de un estudio erudito de la materia.
Se deduce de lo anterior que la semiótica tiene como ciencias subordinadas a la sintaxis, la semántica y la pragmática. Cada una de ellas, no obstante, suele tener sus términos especiales para designar los fenómenos que le son propios a su campo de estudio. De allí el esfuerzo que implicaría una reestructuración conceptual de esta escala. Para intentar sistematizar la totalidad de términos y proposiciones que tratan sobre signos, la semiótica puede presentarse como un sistema deductivo, con términos no definidos y afirmaciones primitivas que puedan deducir nuevas afirmaciones como teoremas.
Cuando se logre contar con esta sistematización, se podrá hablar de una semiótica pura con sus respectivas ramas: sintáctica, semántica y pragmática. La aplicación de ese lenguaje a aspectos concretos podría llamarse semiótica descriptiva. Esto puede aplicarse a todo tipo de lenguajes, sean simples o complejos.
Charles Morris propone un análisis tridimensional del lenguaje. El primero formal, donde se considere cualquier sistema axiomático como lenguaje, sin preocuparse de si existe algo que aquél denote. Otro empirista, que tienda a enfatizar la necesidad de la relación de los signos con los objetos que estos denotan. Y el pragmático que tienda a considerar el lenguaje como un tipo de actividad comunicativa que sirva para que una colectividad satisfaga sus necesidades.
Es necesario decir que pueden existir lenguajes como complejos sígnicos que en algún momento no se apliquen a nada, que cuenten con un único intérprete o que incluso carezca de él. Sin embargo, no es posible contar con un lenguaje si no hacemos una agrupación de signos y si éste carece de dimensión sintáctica. Un lenguaje, por tanto, como sistema de signos en conexión tiene una estructura sintáctica que permite que ciertas combinaciones permisibles de signos puedan fungir como afirmaciones y ser comunes a una serie de intérpretes.
Aparte de contar con lenguajes universales, naturales, como el inglés, el francés y el español, el ser humano ha desarrollado ciertos lenguajes especiales para lograr mejor determinados procesos, como las matemáticas y la lógica formal para representar una estructura sintética; por otro lado, tenemos las bellas artes. El lenguaje común no posee características especiales para referirse a los fenómenos del lenguaje; de allí la necesidad de crear una semiótica universal, según el autor al que nos hemos estado refiriendo.
En relación al carácter sistémico de los signos, es de entender que los conjuntos de signos tiendan convertirse en un sistema y que tengan funciones. En algunos casos esta sistematización es imprecisa y variable, pudiendo incluir subsistemas de signos de diversos grados de organización e interconexión. En otros, la organización es cerrada y estable, tal como sucede con el lenguaje matemático y los lenguajes científicos.
Personalmente, pienso que, darse una sistematización general para todos los sistemas de signos que conoce y utiliza el hombre en sus diversas áreas de investigación, esta tardará varias generaciones, pues la reticencia de cada ciencia por conservar su tradición sería considerable. Por otro lado, las nuevas investigaciones cambian constantemente los modelos sobre los que se asientan teóricamente, por lo que el proyecto es en verdad una empresa grande, que no puede llevarse a cabo en la vida de un solo hombre.
Para saber más:
Morris, Charles (1985). Fundamentos de la teoría de los signos. Paidós: Barcelona. Principalmente los dos primeros capítulos.