El dramaturgo noruego Henrik Ibsen desató una gran discusión por su libro “Casa de muñecas” que se publicó en diciembre de 1879. El  comportamiento de Nora –la protagonista– no fue el que muchos esperaban en esa época.

“Casa de muñecas” es el libro que describe la vida de Nora Helmer, una mujer casada y con hijos, que se caracteriza por estar en constante movimiento y querer algo más allá de lo que tenía. El libro se ha llevado a teatros en numerosas, y es que su temática sigue dando de qué hablar en pleno siglo XXI: la independencia de la mujer después de estar casada y haber tenido hijos; pese a que ya hayan pasado más de 100 años de la publicación.

El ambiente en el que se desarrolla la historia no está muy lejos del actual, pues la familia de Nora se compone de tres hijos y su esposo Torvald, encargado de velar por el bienestar económico.

Al término de la narración, Nora se ve envuelta en un problema legal por falsificación de firmas y opta huir de casa. En la decisión no considera a sus hijos, tema que dio paso a opiniones encontradas e incluso a publicaciones con finales alternativos.

Henrik Ibsen y la presión social 

Lejos de que el libro pasara desapercibido, el autor fue acusado de no entender el abandono a hijos por el hecho de “ser hombre”. En contra parte, grupos feministas celebraron el acto, pese a que se negaran dichas inclinaciones en la publicación.

Ante el revuelo, Ibsen escribió un final alternativo, uno en donde Nora “recapacita” y regresa con Torvald, ya que éste le recuerda que hay niños de por medio.

Lo que pasó después de que Nora dejó a su marido

Sin el éxito esperado, surge la obra de Elfriede Jelinek que fue Premio Nobel de Literatura 2014, que se llama “Los pilares de la sociedad” o mejor dicho “Lo que pasó después de que Nora dejó a su marido”.

En la historia, Nora trabaja como obrera en una fábrica de entre-guerras –esto en plena depresión económica y social de los años treinta– en donde ella está constantemente a la espera de que dicho empleo le otorgue mayores oportunidades y la ayude a enfrentarse a una vida “más dura” fuera del hogar.

Vale mencionar que la relación que Nora llevaba con sus compañeras de trabajo no era del todo buena, pues calificaban su decisión como “un arranque de una mujer de clase media”, ya que no sólo dejó a sus hijos solos, sino que también tranquilidad en términos económicos.

En el entorno hostil y de rencor, la protagonista comienza a repasar su decisión y se da cuenta de que su esposo tenía razón al afirmar que “las condiciones laborales son demasiadas”, en especial para las mujeres de la época, sus hijos también comienzan a flotar en sus pensamientos.

Entre sentimientos encontrados, Nora para de divagar cuando llega el dueño del lugar en donde trabaja, el cual más adelante abusa de ella y la usa para sacarle cierta información de Torvald.

Después de haber sido prostituida y prisionera, Nora regresa a su hogar. Cuando arriba a casa encuentra a Torvald derrotado y “con inclinaciones fasistoides” como señala la autora Lina Meruane.

Sin un final feliz

Sin embargo, este no es el único final alternativo a manos de otro dramaturgo, sino que en “Parque industrial”, Patrícia Galvao narra la historia de Corina, la ahora protagonista que representa a Nora.

El final sigue siendo desalentador, pues Corina termina embarazada y se ve en la necesidad de elegir entre su empleo –en esta ocasión modista— y su embarazo.

Ante la pobreza por la que atraviesa, decide matar a su hijo, hecho que la llevó a terminar en la cárcel y recordar aquella vida con Torvald y a los hijos que tenía.

Tal parece que el mejor desenlace para la protagonista fue el del propio Ibsen, aunque no fuera el planeado.