¿Recuerdas los momentos cuando, tendido sobre tu augusto lecho
igual que en una tumba, las afiladas agujas de los segundos
hincan más su tenaz punta en tu corazón dolorido?
Las rosas se marchitan en los amplios jardines y el tórrido mediodía
ha incendiado los ya secos pastizales.

¿Recuerdas los plomosos días cuando los gruesos muros
de la prisión de tu casa devuelven angustia por angustia?
El ingente vacío de la ausencia se ha instalado en tus salones
lo mismo que un familiar y saturnino huésped
y en las estatuas de gris mármol el polvo extiende su voluntad incorpórea.

Más allá de las colosales catedrales del cristiano culpable,
de las avenidas empedradas donde el pobre comercia; incluso más allá
de los cristales luminosos de los prósperos y cómodos hostales,
abandonando tu cuerpo tendido sobre el delicioso camastro,
bello tu pensamiento vuela a descansar a un cementerio.