Y medimos la tierra según sus pulsaciones
cuando lo debemos hacer
de acuerdo a los decesos.

Así no hay frontera traspasable.
Estamos atorados y más vencidos que un huevo roto.
(El huevo atesora, no obstante,
un ser inmundo, siempre, a todas horas.)

Las circunvalaciones del existir
nos brindan un cálido sopor
que nos ciega;
pero la imantación es la misma siempre
como si la brújula estuviera hechizada:
navegamos con rumbo fijo
a la fosa común
si nuestros descendientes no pueden pagar un pedacito
en el cielo de los panteones.

Déjame en paz, de donde quiera que provengas,
vida. No soy de los que te buscan.
Yo miro el peso
de la piedra en el cuello del ahogado
y la envidio con hartazgo.