LAS BRUJAS
Dicen que las brujas poseen la facultad de convertirse en gatos. Una bruja podría intercambiar su cuerpo con el de un gato para aprovechar las cualidades físicas del animal: su visión nocturna, su agilidad… y por el simple gusto de hacerlo, que poder y no hacer es bastante insatisfactorio. Una bruja solía realizar este hechizo cada tanto. Pero, una vez, el gato no volvió. Quién sabe si participó en una riña, con un perro o con otros gatos callejeros, en la que llevaría la peor parte; o si fue atropellado —esta hipótesis es difícil, conociendo la sagacidad gatuna, pero creíble si se toma en cuenta que parte de su condición sería humana—; o si, simplemente, siguió vagando hasta que decida volver. Lo cierto es, dicen, que la bruja mantuvo, de ahí en adelante, un horrible comportamiento de gato: nunca más habló, cuidó su higiene de maneras asquerosas pero efectivas, dormía profundas siestas y su alimentación producía horror entre quienes llegaron a descubrirla.
Cuento tomado del libro: Postales de Adriana Azucena Rodríguez, Ediciones Fósforo.