Compañero, ¿no crees que podríamos experimentarnos más,ser de verdad amables el uno con el otro, estrenar ámbitos
en que nuestra masculinidad pruebe, por concordia,
los sabores de su mismo género animal?
Donde, por compartir dicha sin igual,
frotemos nuestros pechos duros como aceros
que trabajan por una misma meta, uno contra otro,
para medirnos el ímpetu, los bríos en simpatía,
todos los sentimientos que nos hacen tan fuertes.
Donde nuestras lenguas, como moluscos,
compitan en defensa de la territorialidad;
y el ahínco estalle en una abundante eyaculación de dos.
Yo, por mi parte, no tengo mesura en aceptar
que mi atención hacía ti se podría extender
hasta el apoyo, la protección, el favor más íntimos y sinceros.
Te regalaría mi mediana posesión de orgullo:
lamería, sin contrición, cual perro desesperado,
el sudor que esmalta tus pies.
El hombre escoge, por naturaleza,
de sus semejantes aquel con quien congenia lo más.
Vamos, andemos ese camino de libertad.
¿Quién mejor si no otro hombre, por propia experiencia,
sabrá cómo, en dónde, para el regocijo palparte?
Hombres: seres de pasión, compartiendo el mismo cuerpo
multiplicado en otros héroes.