La psicología en el anime: Genos y Gohan, la arrogancia

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En el vasto océano de la psicología humana, emerge una marea que a menudo nubla nuestra percepción y desafía la comprensión, hablo de la arrogancia.

Este fenómeno, tejido con los hilos del exceso de confianza, es un engañoso espejismo que emerge de las entrañas de nuestro ego. Bajo su influencia, los individuos se ven atrapados en la creencia ciega de su propia superioridad, desestimando las voces de cautela y rechazando la posibilidad de error. Esta trampa sutil nos conduce por caminos peligrosos, donde las ilusiones de grandeza se interponen entre nosotros y la cruda verdad que aguarda desde las sombras.

En este juego de luz y oscuridad, nuestra soberbia nos susurra que ya hemos conquistado las cimas más altas del entendimiento humano. Nos convence de que hemos superado las necesidades del aprendizaje y que ya no estamos sujetos a los mismos errores que afectan a los menos “iluminados”. Olvidando que el cosmos del saber es infinito y en constante expansión.

Este terrible defecto no solamente se hace presente en nuestra vida cotidiana, sino que también existen ejemplos y enseñanzas del otro lado de la pantalla.

Genos del anime “One Punch Man” es un personaje que representa una de las debilidades más grandes que tenemos como seres humanos, nuestra propia psique. El, a pesar de ser un ciborg con habilidades excepcionales para el combate, y con un cuerpo creado a partir de los engranajes de la ciencia y la tecnología, su mente sigue siendo la de una persona común, con emociones y sentimientos.

Y aunque tener estas cualidades no siempre representan una carga o un defecto, si no se trabajan ni se desarrollan, podemos terminar siendo esclavos de nuestros propios impulsos, actuando por mero instinto sin razonar ni reflexionar sobre nuestra propia vida.

La paradoja de Genos reside en que, a medida que sus partes cibernéticas se vuelven más imponentes, su humanidad tiende a erosionarse. El exceso de confianza se convierte en su talón de Aquiles, cegándolo ante las lecciones que el mundo le ofrece. Como un espejismo de un oasis en el desierto, la creencia de que su fortaleza mecánica lo exenta de sus errores, lo aleja de la esencia misma de lo que significa ser humano.

De manera similar, Gohan del Anime de “Dragon Ball”, en su enfrentamiento contra Cell, encarna la lucha interna entre su potencial latente y su falta de confianza. Durante la fase final de esta batalla, Gohan se permite a si mismo ser consumido por su propio poder y por su arrogancia, situación que permite a Cell regenerarse y provocar consecuencias devastadoras.

Esta soberbia nacida de la aplastante fuerza que había alcanzado momentáneamente, resulta en una lección amarga para Gohan: la muerte tanto de su padre Goku como la de Trunks, comenzando un camino de humildad y enfrentándose a la repercusión de sus decisiones teniendo que vivir una parte de su vida sin una de sus figuras paternas.

En la saga de Majin Buu, Gohan presenta otra faceta de su evolución, aunque ya había aprendido la lección de su arrogancia en la batalla contra Cell, el joven saiyajin volvió a dejarse llevar por la situación subestimando a su oponente, confiando únicamente en su inmenso poder.

Algunas personas, al igual que Gohan o Genos, a pesar de contar con el conocimiento de experiencias previas, vuelven a cometer los mismos errores.

La paradoja de volver a tropezar con la misma piedra dos veces es un fenómeno muy común con el que muchos de nosotros estamos familiarizados. Como si estuviéramos atrapados en un ciclo repetitivo, los errores que ya habíamos experimentado parecen arrojarnos a la misma encrucijada una y otra vez, pero. ¿A qué se debe este fenómeno?

La mente humana es a menudo presa de la comodidad, cuando nos enfrentamos a desafíos que nos resultan familiares, las rutas neuronales trazadas por experiencias pasadas pueden guiar nuestras acciones, incluso si estas no son las más sabias.

La familiaridad de lo conocido nos envuelve en una sensación de seguridad, lo que puede llevarnos a pasar por alto lecciones que deberíamos haber aprendido de nuestras caídas anteriores, además, si a esto le sumamos una falta de control y enfoque emocional, podemos terminar perdiendo la tan anhelada victoria que parecía estar al alcance de nuestras manos.

La arrogancia y el exceso de confianza, es a menudo el preludio de la caída. En la arena competitiva, cuando la meta parece justo al frente, es fácil dejarse llevar por el éxtasis momentáneo de la victoria anticipada, y es precisamente en ese instante donde se esconde el abismo del fracaso, justo cuando asumimos que tenemos el control absoluto sobre el destino, olvidamos que los giros inesperados son los hilos invisibles que tejen la trama de nuestras vidas.

En el fragor del momento, cuando la meta parece casi tocable, se debe mantener una claridad mental y emocional para recordar que la victoria requiere más que confianza. La humildad es la brújula que nos guía a través de las aguas traicioneras del exceso de confianza. Recordándonos que cada movimiento, debe ser ejecutado con atención y respeto por las variables que están más allá de nuestro control.

La humildad, como un río manso que fluye silenciosamente, es el faro que nos guía a través de la niebla de la autosuficiencia, recordándonos que cada logro y cada fracaso son una pieza en un rompecabezas mucho más grande.

Reconocer nuestras propias hazañas y a admirar la grandeza que también reside en otros es una gran virtud que hará que la arrogancia se desvanezca como la niebla al amanecer, dejando espacio para la claridad y la apertura mental.