De la mano vamos llevando botellas de licor,
silbando felicidad en forma de himnos
por un camino de letreros señalando hacia adelante.

Mira bien. Ya cerca está la casa de par en par abierta,
el jardín engalanado con papeles de color,
las sillas para aquellos abúlicos y cansados
y el rincón polvoroso sin iluminar para aquel que en la embriaguez
medita irremediablemente a muerte.

¡Caluroso deleite de ser dos
permaneciendo juntos después de la reunión!

Toma mi brazo. Las miradas no van a herirnos.
Mi juventud que se busca a sí misma, para tocarse,
alarga la mano al vientre ajeno en el delirio.

Las estrellas bailan con la música
y los fanales se ensanchan protegiendo las danzas.
Somos dos flechas incendiadas
que cruzan sin temor los rudos campos una batalla.

¿Lo sientes? Somos la tierra fecunda de latencias
que está haciendo florecer el ideal,
la poesía esperada.