En este árido valle veo el río alejarse más y más,
el río de las esperanzas y la fe que pudo ser rescatada.
Yo esperaba por ti, para siempre,
mientras el río se desliza, sin remedio, lentamente,
hacia el ocaso más cruel y violento.
Sé a donde pertenezco:
mi patria es el reino de tus céfiros infinitos,
mi hogar reside el frágil santuario de tu cuerpo, mi paz vive
en el descanso eterno que se erige entre tus brazos.
Mientras el río se entrega al tempestuoso océano,
sé también que todo está perdido.
La vehemencia de todos los sueños languidece
junto a mi tenue imagen desgastada.