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No puedo evitar amarlo como lo amo. Sus cabellos perfumados a pino ondean en el viento como una bandera de lealtad. En sus actos encuentro la seguridad que a veces falta a todo hombre. Sus palabras son ya dulce consuelo, ya consejos útiles en la zozobra. Su voz es melodía entrañable que me dice que nunca me faltará; que siempre podré confiar en él; que, teniéndonos el uno al otro, acaso no nos falta nada. Sus cabellos son cobrizo ramaje y yo respiro bienestar en ellos. Cuando es necesario cortarlos, yo le ofrezco mi ayuda: así siempre está apuesto por mí, para mí. ¡Qué hermoso es! Daría mi vida en sacrificio por restregarlo a mi cuerpo tan fuertemente que, materia contra materia, nos fundiéramos en una sola entidad, que palpitara al ritmo de un universo trasfigurado.